miércoles, 23 de julio de 2008

Corcona

Julio 6 de 2008

Con San Bartolomé en la mira como destino y sin desayuno camino al intestino, estoy otra vez pedaleando sobre la carretera central; voy entrando a Chaclacayo con buen tiempo y mejor resto físico que a última vez. Son las 8:20 a.m. y la panadería que me recomendaron como parada obligatoria, para todo buen ciclista rutero que necesita reponer líquido y carbohidratos, me recibe con una cola de varias decenas de parroquianos que esperan su turno para comprar el infaltable pan del desayuno dominguero. Inútil detenerse, sigo a pedal hasta casi llegar al puente Los Angeles donde una bodeguita me proporciona una Coca-cola acompañada de los infaltables kekitos encargados de dar los buenos días a mi ya hambriento estomago.

Parado al borde de la pista, junto a mi monoplaza, aun no había terminado de destapar la botella y abrir el paquete con los horneados entremeses, cuando vi a lo lejos aproximarse un pequeño grupo de coloridos ciclotransportados en ascenso por la misma ruta; buena oportunidad para acoplarme al grupo y subir por el transito carretero, en la seguridad que proporcionan mas de dos ruedas del mismo gremio girando juntas. Para que no se me vayan a escapar, me atraganto lo mejor que puedo mi improvisado desayuno desperdiciando mas de la mitad, levanto la pierna por sobre el asiento para ponerme en marcha y… solo alcance a escuchar tres sordos zumbidos de aire pasar por mi costado para luego perderse en la lejanía… demasiado rápido para mi! A ese ritmo vendrán desde Lima? uhmm... bajo nuevamente la pierna y trato de erguirme para no ahogarme con el gas de la bebida, que se me regresa por la nariz al encontrar el camino esofágico obstruido por los apresuradamente comprimidos kekitos.

Aun con vapores de vainilla y cola emanando de mi fosas nasales, arribo a Chosica; intercambio un raudo saludo con dos ciclotransportados sentados al borde de la carretera, en una mesa de buen ver y mejor degustar; prosigo hasta el parque principal y me detengo para localizar dos cosas; el origen de un zumbido en el eje posterior y… un desayuno pacifico y decente!

No había terminado de poner pie en tierra cuando veo venir a los ciclistas del provocativo desayuno que reanudaban la marcha; ahora si; con estos si me acoplo!. Otra vez sobre la bicicleta voy pedaleando detrás de ellos, van a un ritmo aceptable y no tengo problemas en seguirlos, pero… saliendo de Chosica; me cierra una combi, para esquivarla me subo a la infaltable franja de tierra lateral y… zas!... un gran hueco sin tapar de un hidrometro sin colocar, y por supuesto… sin señalizar! No me caí, pero se me descentro el codo del timón y tuve que parar para ajustarlo a pocos metros donde otro ciclotransportado compraba galletas en un kiosco. Retomo rápidamente la marcha, pero ya es tarde para darles el alcance.

Nuevamente en solitario (lo mismo parecía decir mi estomago), sigo por la ondulante y ascendente carretera; casi a la altura de la “Alameda y hacienda Club” me cruzan en camino de retorno; los dos ciclistas del suculento desayuno chosicano seguidos por el trío veloz de Chaclacayo, al parecer no habían ido muy lejos. Un par de kilómetros mas arriba, la cuesta y la falta de desayuno y descanso se sienten; un fuerte calambre en la pantorrilla derecha me obliga a orillarme junto a una gruta, en una curvita de la carretera poco mas arriba del desvío a Lanca; el ciclista de las galletas, que al parecer venia detrás mio, me pasa y me anima a seguir pero yo permanezco sentado en una piedra con mi hambre y mi calambre por varios minutos, pasa otro ciclista , y otro, y otro…

Pensando que era muy temprano para abandonar el ascenso; vuelvo a la carga y a los pedales, el calambre sigue molestando y ha unido esfuerzos en mi contra con un inesperado dolor de rodilla. A la entrada de Corcona un improvisado patio de lavado de camiones me sirve para un refrescante enjuague de agua fría, aclara mis ideas y pone fin a mis expectativas de llegar a San Bartolomé y a mi… aceptémoslo; mal ejecutado ascenso!

El retorno que yo esperaba mas tranquilo, no lo fue tanto; llegando a Chosica me dirigí al boulevard del Cristo blanco en busca de algo, lo que fuere, para ingerir; pero de improviso, un escatocefalico sereno de la municipalidad, me sale al frente argumentando que por ahí el transito de bicicletas esta prohibido. Ante tal absurdo y habiendo dejado mi educación en alguna curva del camino; directamente lo “Encomendé a Dios”(levantando mi mano frente a su rostro y señalando al cielo con mi dedo medio), creo que el lo interpreto de otra forma… como sea, no dejó de seguir increpándome y tocando su silbato a mi costado durante todo el rato que permanecí allí. Me gustaría saber por que no cuidan con tanto celo su puente colgante, aquella hermosa y emblemática obra de ingeniería que esta literalmente en situación de abandono cultural. En fin!…compre un helado en una tienda y reanude mi ruta.

Pensé parar en Chaclacayo, pero me percate que si bien a esa hora, aproximadamente las 11:30, el trafico de subida era endemoniado; los carriles de retorno en la carretera estaban casi desiertos, esas oportunidades no se desaprovechan! así que apure los pedales y baje todo lo rápido que pude. Ese calculo si me salio bien; los siete infiernos del Dante, en que normalmente se convierte el transito en el tramo de vitarte, estaban bastante suaves y el promedio normal de bestialidades por Combi/kilómetro había descendido notablemente.

Pasando frente al estadio monumental, me tope con otro ciclista en ruta de retorno que solo alcanzo a decirme; “me voy rápido para ir a Matute a ver el partido”. Yo seguí mi camino hasta Molicentro, pero recordando que aun mantengo serias “discrepancias irreconciliables” con los administradores del lugar, respecto a los parqueos de bicicletas; me fui a la vuelta, a un minimarket llamado “Los Tres Chanchitos”, y para sorpresa mía; ahí proporcionaban a los ciclistas servicio gratuito de vigilancia, candado, cadena y poste (bueno, el poste lo proporciona Edelsur).

Gaseosa en mano y empanada en mesa, sin el mínimo de resto físico en las piernas y totalmente agotado; me senté en la terracita del local a meditar sobre la posibilidad de echarme una siestecita antes de pedalear los últimos 4 Km. cuesta arriba para llegar a mi casa. Cuatro miserables kilómetros que en ese momento me parecían 400! Pero… sonó mi celular, era mi esposa:

- Alo
- Donde estas?
- Cerca de la casa, en un rato llego
- Ven rápido, ya es tarde y acuérdate que tienes que llevarme a la peluquería, hay que hacer las compras de la semana, no has regado el jardín, tienes que poner el bidón de agua en el dispensador, se quemo el foco de la cocina y además me prometiste que hoy ibas a ordenar tu taller y todos los fierros esos que tienes tirados en el car port.

1 comentario:

Eduardo Salvatierra dijo...

Que buena forma de contar todo lo sucedido, eres genial :D