miércoles, 1 de diciembre de 2010

La Ultima Trepada 2010; Autodestruccion en Dos Actos



Lima - San Pedro de Casta – Lima
Noviembre 27 y 28 de 2010

El plan era sencillo; Aldo, Pietro y yo intentaríamos llegar pedaleando desde Lima hasta San Pedro de Casta en un solo día, mientras que Gerson y Raúl subirán en bus hasta San Juan de Iris desde donde descenderán a Casta para darnos el encuentro, ahí pernoctaremos todos y al día siguiente intentaremos unir Casta con San Mateo de Otao explorando una ruta por detrás de Marcahuasi, luego haríamos un DH hacia Callahuanca para retornar a Lima la tarde/noche del domingo. Que puedo decir; parecía una buena idea en ese momento.



Primer acto

El peso de la bestia


Frente a mi un centenar de casitas andinas agrupadas en la falda del cerro, iluminadas cual retablo navideño en fondo de terciopelo negro; es San Pedro de Casta, geográficamente faltan solo unas decenas de metros para llegar, pero anímicamente faltan un millar de kilómetros. Pietro deambula a mi lado entre sombras, ya no habla, solo trata de llegar al pueblo. A mi me gustaría gritar; “ya llegamos!”, “lo hicimos!” pero la lengua áspera y reseca, raspa y se atasca sobre un paladar de cartón, y con cada paso que doy la pantaloneta de lycra se pega y arranca, dolorosa y sucesivamente, de la carne viva de las ingles y barrios anexos. Escucho las señales de silbato que me hacen mis amigos desde el pueblo, pero ya no tengo aliento para contestar, hace más de doce horas que salí de casa sobre mi monoplaza, sobre el Cletanque y… pero mejor les cuento la historia desde el comienzo:


Son las 6:30 a.m. del Sábado 27 en la puerta del estadio monumental, primer posible punto de encuentro para cualquier incauto que hubiera aceptado nuestra invitación a la ruta suicida. No habiendo nadie (cosa que no me sorprende), prosigo sobre el “Cletanque” como le dicen mis amigos a mi monoplaza. Si , si, ya se que no es muy inteligente de mi parte intentar semejante ascenso sobre un monstruo de mas de 18 kilos (si, mas de 18 kilos es el peso de la bestia sin contar herramientas ni rehidratante) pero que puedo hacer si… hace juego con mi casco!

Aldo me da el alcance en el grifo del Km 21 de la carretera central, segundo punto de encuentro y primera estación para el “mea culpa”. Omitiré, por cuestiones de espacio, el cuasi atropello en Chaclacayo por vieja motorizada (vieja y gorda), y su cómplice de turno y copiloto que la insto a huir del lugar seguros de haberme arroyado con el auto. (La próxima publico número de placa, nombre completo, DNI, teléfono, EDAD y PESO de la vieja de m…). Dejando de lado una segunda envestida intencional por parte de un Mototaxi, llegamos a Chosica sobre las 8:30. a.m. aproximadamente donde deberíamos de habernos encontrarnos con Pietro, que salió retrasado, y donde nos enteramos que Gerson y Raúl ya están en un bus varios Kilómetros por delante.

Mientras Pietro advierte por teléfono que ha pasado a la modalidad de “Pietronator” y viene pisando fuerte para alcanzarnos, nosotros dejamos Chosica sobre las 9:30 a.m.

En ruta tranquila por el valle del rio Santa Eulalia; una pinchadura en Barba Blanca, una tarántula viva en Bellavista de Chaclla, otra muerta en el vado de Huanchunya (debió usar el crucero peatonal), donde a la vera de la pista, y mientras nos rehidratamos, una amable señora nos cuenta sobre su hermano; un Huancaíno que fue campeón de ciclismo hace algunas décadas. Aquí Aldo se dispara un poco y no lo vuelvo a ver hasta Huinco donde llegue sobre la 1:30 p.m. acusando ya algo de cansancio y muchas picaduras de mosquito, de esos mosquitos dientes de sable que se enjuagan la boca con el repelente que uno usa, y que según dicen transmiten la temible verruga, enfermedad endémica en esta zona.

En Huinco; el aguadito por S/. 1.50 no convence ni satisface, mientras el infaltable borracho del pueblo, hace su “intervención urbana” para los recién llegados en la calle principal. Cambiando de menú, calle y restaurante; un lomo con papas mejora el día que ya se va poniendo gris, mientras “Cabezón”, el gato recaudador de sobras, exige bajo la mesa el respectivo peaje por plato servido. Aquí nos alcanza Pietro mientras damos alguna asistencia mecánica a otro grupo de ciclistas que ha subido en bus para hacer solo el descenso (sin casco!).

Yo diría que Huinco es la frontera de lo sensato para una buena trepada, pero siendo la sensatez palabra desconocida en el grupo… dejamos Huinco sobre las 2:30 p.m. esa fue la ultima vez que vimos a Aldo aquella tarde; Pietro y yo nos limitamos a constatar sus huellas de tramo en tramo sobre la polvorienta trocha, solo para estar seguros que seguía avanzando adelante nuestro y no había caído por el precipicio.


Ya sobre las 4:00 p.m., y bastante cansados, nos detuvimos sobre el puente Autisha, si Huinco era el limite de lo sensato, Autisha lo era de lo racional; así que a sabiendas que el bus de la tarde a Casta pasaría por allí en unos minutos, decidimos dar por terminada la trepada y llegar a destino sobre el bus y bajo su techo. Al poco rato y como rememorando la serie “La isla de la fantasía”; ambos empezamos a exclamar; Ahí viene el bus!, el bus!... el… el.. bus de miércoles no llego ni siquiera hasta el puente y, ante nuestros ojos, tomo el desvió a Vicas!, no importa el próximo seguro que si va a Casta. Ahí viene otro…. El bus!.. , el bus!…el… el maldito bus también se fue para Vicas!, tal vez, el próximo…

Son las 5:00 p.m. y no ha vuelto a pasar ni un alma por el puente Autisha (ni debajo de el), ni modo… a trepar el serpentín a Casta, ahora si ya no hay piernas, (ni agua, ni comida) trepamos a paso de tortuga, a veces sobre la maquina, a veces a su lado. Un paisano nos informa que Aldo paso hace rato, que el bus a casta no pasara hoy pues se ha malogrado, pero que ya estamos a solo una hora del pueblo, (esta gente maneja su propia versión de espacio-tiempo). Media hora después, y en medio de una lluvia serrana, otro residente del valle nos dice que no hay agua para darnos ni nada de comer para vendernos, pero asegura que estamos solo a otra media hora de llegar a destino (si lo vuelvo a ver, le doy su media hora de…) . El cansancio, hambre y deshidratación son ya preocupantes; Pietro me propone cambiar de monoplazas por un rato (Gracias Pietro!); para mi es un gran alivio, para el… para el es la peor idea que ha tenido en su vida, en pocos kilómetros el peso del Cletanque, mi fiel bestia de montaña, lo aniquila y se la pasara repitiéndomelo el resto de la jornada. Cae la noche, paradójicamente la ultima reserva de agua que llevamos se agota en el mismo instante en que cesa la lluvia, seguimos trepando.

La sal del sudor se seca e irrita la piel que se va ampollando con el rose de la ropa, el Cletanque ya no pesa 18 kilos, ahora parece pesar 18,000. Una última bolsita de galletas desaparece en cuestión de segundos en las resecas bocas. Bajo las luces de mi monoplaza revisamos el mapa y contamos y recontamos el número de curvas que hemos dado y las que nos faltan dar; todavía nos falta mucho, seguimos trepando.

Por fin vemos Casta; aun es solo una luz lejana en la cumbre, y por fin pasa un bus por la ruta, pero no se detiene, solo nos ignoran y siguen de largo, seguimos trepando.

El agotamiento extremo nos juega pasadas, nos hace ver sombras de entes que caminan a nuestro lado y por entre nosotros, imaginarios rostros que nos observan desde los bordes del camino, misteriosas incandescencias y encarnadas fosforescencias entre los arboles, seguimos trepando.

Por fin llegamos al desvió con el arco de bienvenida, vemos a San Pedro de Casta a nivel, al otro lado de la quebrada, ya solo tenemos que… que bajar?, si, bajar a la quebrada y perder buena parte de lo ya trepado, para volver a subir al pueblo… maldición! Fijo que a quien haya construido esta carretera le pagaban por metro y no por hora.

El como llegamos al pueblo; ya lo relate en el primer párrafo, solo añadiré que, en calidad de zombis sobre las 8:00 p.m., y mientras Pietro no cesaba de repetir, una y otra vez sin entonación ni pausa alguna, como si se tratara de un Mantra; “elcletanquemedestruyo, elcletanquemedestruyo, elcletanquemedestruyo, elcle…”, seguimos a Gerson y Raúl que habían bajado frescos desde Iris a las 5:00 p.m. y a Aldo que corono Casta sobre las 6:30 p.m.; primero al hotel a dejar las cosas, luego a comer un lomo y salchipapas que me habían prometido pero… ya no había comida, ni nada que se pudiera ingerir, solo recuerdo vagamente que anduvimos tocando puertas por el pueblo hasta que alguien por fin nos preparo un atún con arroz y nos vendió alguna gaseosa.

Ya en el hotel (Gerson; porque otra vez había un solo cuarto para todos?), caímos privados hasta que Pietro nos despertó con sus ronquidos
- Pietro, si no dejas de roncar, mañana te vuelvo a prestar mi bicicleta
Como por arte de magia se hizo el silencio y Pietro no volvió a roncar en toda la noche.

Al día siguiente, la luz de una bella mañana andina me despierta, curiosamente y contra todo pronostico, yo aun tenia resto físico par continuar con la ruta programada, pero las ampollas en las ingles (anexos y balnearios) no me permitían pedalear. Tome la decisión de retornar a casa no sin antes advertirle al resto que, según mi opinión y cálculo, la ruta programada tomaría más tiempo del previsto y que no llegarían a Callahuanca antes de las 6:00 p.m. aun sin percances.

Deje Casta a las 8:00 a.m. e hice todo el descenso hasta Santa Eulalia de pie en la bicicleta, única manera de sortear en forma indolora esos 40 kms de trocha encalaminada, allí solo me detuve el tiempo suficiente para rehidratarme y enterarme que habría partido de futbol en Lima, y por ende barras bravas en la ruta; así que enganche un plato grande y piñón chico y a la 1:30 p.m. ya estaba sentado… No, digo; sentado no!; parado, almorzando en mi casa.



Segundo Acto

Estaba Escrito



Como ya les dije, abandone Casta el domingo en la mañana y deje a mis amigos preparándose a recorrer el resto de la ruta, sabía que les tomaría mas tiempo del previsto pero jamás me imagine por lo que pasarían:

No fue hasta el lunes 29 que empecé a recibir vía email y SMS alguna noticia de ellos y de las que reproduzco a continuación algunos fragmentos ilustrativos:


29/11/2010
17:32:22
(Mensaje)
Nos dejaste tu maldición
Llegamos a Lima hoy 5:30 a.m., dudo que Raúl o Aldo vuelvan a salir con nosotros,
El DH nocturno de Otao estuvo épico
(De)
Gerson

From: Ralhersanthu
Sent: Monday, November 29, 2010
To: Carlos García
“….…Llegado a ese lugar vimos una pequeña estancia donde nosotros gritábamos: HAY ALGUIEN ALLI!!!! QUEREMOS AGUA POR FAVOR!!! ….llegue a casa a eso de las 3:40 a.m. sintiendo culpa por haber dejado a Gerson y Pietro. Espero que estén bien
¡ES UN VIAJE QUE JAMAS OLVIDARE! :P


From: Aldo Poma
Sent: Monday, November 29, 2010
To: Carlos García
Recién llegando a Lima (y ni siquiera a mi casa y son las 13.00 del 29) de Pietro, Gerson y Raúl no se nada, la ultima vez que los vi fue a las 00.00 horas espero que estén bien.
Al final fue en modalidad CICLOSADOMASOQUISMO.
Ya perdí la cuenta de los pinchazos, van mas de "cincuenta•"
Ya cada uno contara su historia.
Saludos.
Aldo Poma


Solo me queda añadir que, como bien dice Aldo en su email; dejemos que cada uno cuente su historia


Texto y Fotos; © Carlos García Granthon
Todos los derechos reservados

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Halloween; Rutas de Espanto

Pacomanta – Escomarca – Tres ventanas – Olleros - San Bartolo
Octubre 31 – Noviembre 1º de 2010


Que mejor comienzo para una aventura extrema que ir rodando fuerte, con llamativo y completo equipo de ciclista, por las no muy amistosas calles del barrio de San Jacinto a las 7:00 a.m. del 31 de Octubre, día de halloween, con rumbo al corazón de El Agustino a abordar un bus que promete llevarnos a San Lázaro de Escomarca. Somos siete los conjurados; Aldo, Gerson, Kamary, Juan, Pietro, Raúl y quien suscribe esta crónica; Crónica que según lo planificado debería de comprender únicamente el relato del descenso Olleros – San Bartolo, objetivo de nuestro viaje y considerada como una de las rutas de Down Hill mas largas y con mayor desnivel del mundo, pero…

Mientras el desvencijado bus, que apesta como pocos pero trepa mejor que muchos por los carrozables caminos de la sierra Huarochirana, le va robando metros al altímetro con cada vuelta de rueda y regalando vistas al paisaje con cada vuelta de curva; Gerson ya se las arreglo para convencer al chofer que nos desembarque un poco mas allá de lo convenido, en el abra de Pacomanta, punto geográficamente mas alto de su recorrido. El viaje en general es tranquilo y al parecer la maquina ya conoce de memoria la ruta, pues no requiere de mayor guía del conductor que pasa mas tiempo conversando con su ayudante que atendiendo el camino, y solo pide le vayan agregando agua al motor periódicamente, y sobre la marcha, por un gran embudo ubicado dentro de la cabina que se conecta por gravedad mediante una manguera de jardín al radiador.

El sol desciende sobre el cerro Condorcoto, a nuestras espaldas, mientras nuestros monoplazas descienden del techo del bus a las 4:00 p.m. en el abra de Pacomanta. La vista de la cordillera Pariakaka es espectacular; ahí están los nevados (y los nevados tienen nieve!), ahí está el nevado Runcha, ahí esta el nevado Charimaya, ahí está… y mis herramientas?, donde están?... are, ajo, erda! Ya me las robaron! Si, me olvide de quitar el estuche de herramientas del Cletanque al subirlo al bus y en una de las tantas paradas de cabotaje alguien me aligero el peso de la bicicleta; mea culpa, mea culpa y… mea detrás de esas piedras que 7 horas aguantando en el ómnibus no son pocas.

Vienen las fotos de rigor con la espectacular vista en este punto a 4,000 msnm. Todos posan para las fotos; Gerson despliega su banderola del grupo Keniro que incluye un aviso publicitario (tiene que financiar su carrera ciclística), Kamary con su monoplaza posa cual stripper con los nevados de fondo (supongo que también tiene que financiar su carrera de alguna forma).

Ya sobre nuestros monoplazas y tras algunos minutos de libre rodar sobre estas hermosas pampas de ichu alto andinas, arribamos a Escomarca que seria algo así como nuestro campamento base. La buena noticia es que están haciendo mejoras en el pueblo, la mala noticia es que los únicas dos habitaciones del hospedaje están copadas por los trabajadores de las obras. Finalmente, y a mucho insistir, el dueño de una fonda nos alquilo un pasadizo de 2 x 4 metros con 3 colchones en el piso para los 7.

Luego de un buen almuerzo sobre las 5:00 p.m. que incluía bistec, arroz y papas por S/ 4.00 salimos a buscar, como ruta complementaria, las famosas cuevas del cerro Tres Ventanas que se encuentran en un paraje cercano. Tenemos referencias de la ubicación y mapas de la zona, pero en estas ondulantes pampas de ichu, entre bosques de piedra cruzados por mil senderos, es fácil equivocar el camino. Siempre pedaleando a campo traviesa cerca de los 4000 metros de altitud, cuando el sol ya ha caído y solo las purpureas luces del ocaso alumbran el cielo, encontramos las cuevas; Están en un macizo rocoso con aspecto de castillo medieval, el lugar es extraño, tan extraño como la silueta de un hombre que aparece y desaparece mientras nos atisba entre el perfil de lejanas y negruzcas rocas, pero que nos hace llegar su fuerte voz que repite una y otra vez la misma palabra ininteligible y de tono poco amistoso. En medio de la obscuridad de la noche, cuando ya no lo vemos, la frecuencia con la que repite el misterioso vocablo aumenta y, a juzgar por el volumen, la distancia se acorta. A riesgo de que se tratara de algún rondero que, arma en mano, confundiera nuestra extraña y multicolor apariencia de ciclistas con abigeos o, peor aun, con supuestos Pishtacos, y cuando el grito se escuchaba ya a tiro de piedra o de escopeta, según el gusto; optamos por huir (valientemente) de las cuevas, pedaleando en silencio entre matorrales de espinas y rocas en medio de la noche y con las luces apagadas para desorientar al enemigo. Una vez alcanzado el llano, donde de puede rodar a velocidad de crucero, dejamos atrás rápidamente al misterioso personaje y su grito de batalla mientras rodábamos por campo abierto, en una pampa de ichus bajo el manto protector de las estrellas que le daban una surrealista tonalidad azulada al paramo, poblado por las negras sombras de las figuras pétreas que flanquean la pampa y nos escoltan de regreso hasta Escomarca . No hablare por los demás pero esta sola aventura y los paisajes nocturnos que me fueron posibles apreciar, para mi, hizo que el viaje valiera la pena

Si el bus olía mal, no se imaginan lo que fue ese cuarto de 4x2 aquella noche, conteniendo a 7 sudorosos y flatulentos ciclistas en un pueblo que no tiene baños ni agua corriente; pero el cansancio y la fraternidad perdonan esas pequeñas incomodidades; Además es noche de Halloween y las leyendas de terror no podían faltar; entre Raúl y Aldo Poma se disputan el premio “Narrador de cuentos 2010” en una sucesión de interesantes relatos de misterio que protagonizan Duendes, Tunches, Ccarccachas, Pishtacos y demás personajes de la cosmovisión andina.

Los despertadores, única utilidad de un celular en estas latitudes, suenan sincronizados a las 5:30 a.m. del 1º de Noviembre y una hora después, bien apertrechados, nos disponemos a cruzar nuevamente las pampas con rumbo a Santo Domingo de los Olleros que esta 1,000 metros más abajo y 25,000 más al Oeste. Que alguien tuviera descocida una costura del pantalón no seria algo digno de mención en esta crónica, si no fuera por que al salir del pueblo un cariñoso can, que salió a despedirnos mientras rodábamos, engancho el marfil de sus herramientas masticantes en la pierna de Gerson, terminando de desgarrar la costura del pantalón que quedo sujeto solo por tobillo y cadera, flameando al viento hacia atrás cual vela inversa, para trabarse inmediatamente con el freno y enredarse en los radios de la rueda que de un solo tirón termino por arrancarle todo el pantalón en una fracción de segundo, sin que se acara los zapatos ni se levantara del asiento, cual acto de magia de David Copperfield. Lastima que nadie grabo la secuencia, hubiera sido un éxito en Youtube!

A medio camino entre Escomarca y Olleros; Anchicocha es otro hermoso paraje de aspecto prehistórico, vasta planicie ondulante con afloramientos rocosos, donde no hay un alma, no hay una poblado, no hay… si, si hay señal de celular!, no entiendo, aquí no hay ningún teléfono pero si hay señal, y en los pueblos que si hay teléfonos no hay línea, como diría Condorito; exijo una explicación!. Lamentablemente no tuvimos tiempo de vagar por estas pampas para buscar cierto misterioso cráter de meteorito y otras peculiaridades de la zona… en otra ocasión será.

Con Olleros ya a la vista en el horizonte, un bifurcación en el camino nos separa; mis compañeros de aventura que no pueden ver un cerro sin dejar de aventarse por el, toman un atajo a campo traviesa y van cuesta abajo, mientras yo, so pretexto de reconocer la ruta para una futura incursión nocturna continuo por el camino seguro y afirmado. La verdad es que no quería arriesgarme a romper bicicleta y/o cráneo antes de comenzar el descenso principal y objetivo de este corto viaje. A las 9:00 a.m. ya estaba en la Plaza de Olleros, mis amigos y su famoso atajo empezaron a llegar 20 minutos después con dos pinchaduras y un aro doblado como anotación en la bitácora de viaje.

Hechas las reparaciones de rigor y necesidad; son las 10:30 cuando empezamos a recorrer la mundialmente famosa ruta de DH “Olleros – San Bartolo”. Que nos deberá de llevar en un descenso de vértigo por las crestas de los cerros, desde la cota de los 2,830 meros, hasta la orilla del mar en solo unas pocas horas.

No puedo negar que la ruta y sus paisajes son espectaculares, al menos en sus primeros tramos por los single tracks, y las empinadas crestas al borde de precipicios inimaginables que dan la impresión de no estar rodando por ellos sino sobrevolándolos, es … es una sensación indescriptible!, repito; la experiencia es única y espectacular pero, y aquí seguramente la mayoría discrepara conmigo; la dificultad técnica del descenso requiere tanta atención en el camino que, aunque parezca paradójico no permite disfrutar la ruta, como en aquel viejo dicho que reza así; “el árbol no te deja ver el bosque”. Hay muchas vistas, lugares y tramos del camino que me hubiera gustado detenerme a contemplar, pero es técnicamente imposible; en estas pendientes rueda parada es caída asegurada.

Retomando la ruta y el relato, o mejor dicho; el relato de la ruta, y ya con dos tontas caídas en mi haber, voy algo rezagado con respecto a los demás, pero aun disfrutando la aventura en el buen tramo ya recorrido, hasta que… maldición! La cocada de mi llanta delantera no agarra bien en arena suelta; Si, la arena suelta y esponjosa plagada de piedrones de que esta hecho toooooooodo el ultimo y empinado serpentín del cerro antes de llegar al lecho del huayco, punto medio de la ruta y de reagrupamiento del grupo. Lo peor de todo es que mis zapatillas son de suela casi liza y tampoco puedo mantenerme en pie en esa pendiente de arena seca y suelta sobre piedra. No se cuantas veces me resbale, solo se una cosa; que tanto montado sobre la bicicleta como caminando al lado, me era imposible controlar la dirección, y en las curvas con cada paso o vuelta de pedal venia un derrape o resbalón, y con cada resbalón un golpe en el pie contra una piedra… Se me hicieron mil años descender ese tramo, mil años y mil golpes en los pies, (auch). Es mas, cuando llegue al huaico donde me esperaba el resto del grupo, antes de decir nada volví a resbalar delante de ellos y caí sentado sobre otra piedra. (Otro auch).

Si bien en cuestión de descenso, en poco mas de dos horas habíamos bajado mas de 2,000 metros; en cuestión de distancia aun nos faltaban unos treinta kilómetros de rodada por el reseco y casi plano lecho del huayco que discurre por las pampas de San Bartolo. Sin mayor inconveniente ni anecdotario llegamos al balneario a las 3:10 p.m.

Juan que, para variar, una vez que empieza a pedalear luego no encuentra el botón de “off”; se ha seguido de largo pedaleando rumbo a Lima. Pietro trata de convencerme de hacer lo mismo mientras el resto busca un bus… uhmm… resto de piernas todavía tengo, pero animo me falta y el dolor de los dedos de los pies… no, yo me subo al bus, y si es rosadito mejor!

En realidad no tardamos mucho en conseguir un bus y cuando llegamos al trébol de la Javier Prado… Juan ya estaba allí!, ni hablar… esta poseído!



Texto y fotos: © Carlos García Granthon
Todos los derechos reservados

domingo, 22 de agosto de 2010

Los Puentecillos de Tambo Inga

Agosto 21 de 2010
(La Molina – Pachacamac – La Molina)

Pensado y habilitado para treking, y profanado por nosotros los ciclistas, sobre las ya casi desaparecidas bases de un antiguo camino inka discurre este pintoreco sendero en el valle bajo del río Lurín, y en la cota media de los Apus por los que transita. Comunica las ruinas y poblados de Tambo Inga, Pacae Redondo, Pampa de Flores, Mal Paso, El Cardal y Punta Blanca.


Partiendo de Tambo Inga, y haciendo la ruta de bajada, ésta nos ofrece unos primeros 600 metros con algo de adrenalina, suministrada en seis cortas dosis en cada uno de sus igualmente seis rústicos puentecillos de troncos que con sus zigzagueantes diseños invitan más al juego que a la aventura. Luego se rueda suave por una especie de camino de cuento bajo la sombra de los arbustos por los siguientes tres o cuatro kilómetros, hasta Mal Paso, donde nuevamente algo de adrenalina previa, desde lo alto de un par de acantilados, activa nuestros sentidos para apreciar las inmejorables vistas desde un par de miradores que dominan todo el valle bajo.


Luego otro tramo del país de las hadas entre canales, pozas, árboles y húmedo verdor nos llevan, pasando El Cardal, hasta las proximidades de Punta Blanca, donde terminan estos seis kilómetros de pintoresco sendero que incluye seis puentecillos y que comunica a seis ruinas y poblados… uhmmm… “Ruta 666”?, no, no lo creo, no le va bien… hay mucho de bucólico y nada de diabólico en este recorrido.

Aunque es muy corto para el entrenamiento y muy suave para la aventura, tiene su encanto y recorrerlo de subida es experiencia aparte, vale la pena hacer el ida y vuelta, para quedar satisfecho.

Para ver la ficha tecnica de la ruta y mas detalles :

Texto y fotos: © Carlos Garcia Granthon

Todos los derechos reservados


domingo, 9 de mayo de 2010

Dos Veces Nieve y Petroglifos de Chontay

(La Molina – Cieneguilla – Nieve Nieve – Chontay – Cieneguilla – La Molina)

Mayo 08 de 2010

Dos veces Nieve, tantas veces Nieve - Nieve y tan pocas veces interés. Ya no se en cuantas oportunidades he pedaleado por el valle del río Lurin, y salvo por un tramo del Qapaq Ñan que exploramos una vez, y los perros dientes de sable del camino, a los que tengo bien inventariados; he reparado en pocas oportunidades en las muchas curiosidades, leyendas y misterios que forman parte del elenco estable y anecdotario del valle medio de este río.

Cambiando un poco el tono de las acostumbradas salidas y con información de buena fuente; salí de casa a bordo del cletanque con rumbo a Nieve – Nieve. Sin escalas, para cumplir la cuota de ejercicio, y sin demoras para cumplir la ruta programada.

Ya en el pueblo de las dos veces Nieve, en breve encuesta entre cien zanjas y mil huecos de los nuevos servicios comunitarios en plena ejecución, verifique el primer dato; al caer la tarde de ciertos días, en cierta época del año que no se precisa y nadie recuerda, las sombras del ocaso dibujan sobre los cerros de la margen opuesta, una viva imagen de San Martín… pero cual San Martín?... el que esgrime la escoba y los milagros? o el que predica con la espada y las arengas?....uhmm… no se!, pero de que es San Martín, si!, es San Martín!

(N. de R.- Si Alonso, la imagen se forma en los cerros que están en tu chacra)

Hora de emprender el descenso hacia Chontay, mientras voy chequeando el estado del camino inka en este tramo, con miras a una futura… uhmm... , no, parece complicado, hay varias partes que han pasado a ser “propiedad privada” con portón metálico y muro de concreto incluido, y lo peor, casi al llegar a Chontay un derrumbe de importancia ha arrasado mas 50 metros de camino en un punto bastante alto… imposible pasar con los monoplazas!

Ya en Chontay, tierra de petroglifos. Si, hay varios en la zona; aunque un buen numero han quedado secuestrados dentro de un desarrollo urbano privado, de acceso restringido, y otros sucumbieron a la dinamita que ensancha las vías y estrecha el criterio; aun quedan algunos mas de libre acceso, solo es cuestión de encontrarlos o mejor dicho; de encontrar a quien los haya encontrado.

Luego de darme con la sorpresa de que el pintoresco puentecito colgante, ingreso obligado a Santa Rosa de Chontay y por el que tantas veces transite, no hace mucho a bordo de mi rutera; ya no existe mas que la foto que adjunto. (Ahora hay un más funcional pero menos atractivo puente Bayly). En fin, hora de comenzar con mis pesquisas:

-Señora, disculpe, no ha visto por aquí unas piedras con unos dibujos?

-Con dibujos no, pero hay una piedra que suena, esta por allá abaaaaaajo…

Sin saber por donde comenzar la búsqueda, me dirijo por “allá abaaaaaaaaaajo”. No hay a quien preguntarle, solo tengo por referencia el recuerdo de una rauda mirada a una vieja fotografía en la que aparece una gran roca en medio de una chacra, con la figura de un sol en su cúspide y cuyos rayos se convierten en tentáculos a medida que se propagan por la piedra y terminan por abrazarla. Lamentablemente las muchas y miles de rocas que se le parecen están tras cercos de púas, muros de concreto y /o con severa custodia canina, y me refiero a experimentados canes de de la estirpe de los comeciclistas, de esos que ya aprendieron que lo mas efectivo para hincar diente; es corretearte cuando vas de subida (el método garantiza un 85% de efectividad).

Han pasado casi dos horas; 120 minutos, 240 perros, 3600 piedras y nada…

-Disculpe señor, no ha visto uds. unas piedras con unos dibujos?

-Si

-Si?, y.. donde?

-Ahí

En la proyeccion del dedo de mi interlocutor y a menos de 20 metros de donde me encontraba, una entre miles, en un antiguo deslizamiento de huaico, ahí estaba, no era la que buscaba, pero era un petroglifo!. Una gran mole de forma cóncava semi inclinada hacia el centro del valle. Parece un gran y tosco atril donde, quien se pare frente a él y de espaldas al río, podría relatarle a los Apus que tiene en frente las historias escritas con jeroglíficos en esta gran pagina de piedra. Jeroglíficos dominados por un…por un…un… un pájaro con ombligo?, bueno, eso parecía a simple vista.

Examinándola bien se ve un gran cóndor de un metro de largo que cobija bajo sus alas un sinnúmero de criaturas zoomorfas. Hay otras figuras mas en los bordes de esta gran piedra cóncava que curiosamente marca el inicio del camino inka que va desde Chontay hasta cieneguilla.. uhmmm… al menos hay un tramo de qapaq ñan en buen estado, bastante mas largo y bastante mas pedaleable que el que hicimos la vez pasada, se podría llegar hasta Nueva Esperanza…

Regresando al petroglifo; ya estaba por marcharme luego de la foto de rigor, cuando recordé eso de “…no, pero hay una piedra que suena...” No, no creo, de todos modos nada se pierde con pegar el oído en la roca (y pasar por loco una vez mas)… no, nada, silencio absoluto. Será que… hay que darle un golpecito?, con mucho cuidado le di un golpecito en una de sus caras ocultas y sin grabados y… oh, sorpresa!;… un suave pero armónico y musical “Tinnnnnn” emergió de sus entrañas… Suena como campana de bronce con buen temple!. Probé golpeando todas las demás piedras muy similares que habían alrededor (pasando por loco por segunda vez) pero solo obtuve el clásico y seco… Tac, tac, tac… será por eso que los pretéritos pobladores del valle la escogieron para grabar los dibujos?... en fin esas especulaciones son trabajo de arqueólogo y no de ciclista!

Saliendo del pueblo me di con otra sorpresa; en la fachada de un local social estaba dibujado el famoso “pájaro con ombligo” como decoración. Diablos!,Si lo hubiera visto antes… solo tenia que haber preguntado ahí y me ahorraba dos horas de búsqueda!. Hora de regresar, otro día vuelvo en busca del “Sol con tentáculos” y “Los hoyitos de canicas”

El retorno casi tranquilo; una pinchada de llanta en Cieneguilla y una trepada del serpentín con gripe… (Horrible oye!)

Texto y Fotos: © Carlos García Granthon

miércoles, 28 de abril de 2010

El otro Pueblo Viejo

Lima – Chosica - Sta Eulalia - Bellavista de Chaclla – Chosica -Lima

Abril 25 de 2010

La ruta era sencilla, debería de haber sido tranquila, rápida y sin percances; simplemente íbamos a pedalear hasta Chosica, de ahí a Sta. Eulalia para proseguir con rumbo a Bellavista de Chaclla, luego retornar hasta el desvío a San Jerónimo de Punan, trepar a Callahuanca , bajar por Barbablanca, con breve desvío a Poronhuasi y… listo!, retorno a casa sobre los monoplazas sanos, salvos, temprano y relajados, pero…


Salimos tarde para variar, ya eran las 7:40 a.m. cuando pasamos frente al estadio monumental. En Santa Clara Gerson pincha una llanta y mientras el tira la perforada cámara, tres muchachos, nuevos en el grupo, tiran la sudada toalla. Yo me adelanto hasta el Grifo del Km. 21 para la rehidratación de rigor, ahí los espero… y los espero… y los espero… y los sigo esperando… Tamare! Más de 20 minutos! Fijo que ya pincharon llanta otra vez!. Ni modo, para no enfriarme mejor voy adelantando; Kamary me rebasa como tren de sierra en las puertas de Chosica, a donde arribo pasadas las 9:30 (que vergüenza!!!) Luego llega Gerson con la novedad de que Manuel viene pinchando llantas con más rapidez de lo que las puede parchar


No es si no hasta cerca de las 11.00 a.m. que, luego de reagruparnos , desayunar y … parchar mas llantas! podemos retomar la ruta. Al llegar al desvío a Sta. Eulalia ya Manuel ha vuelto a pinchar, Pedro y yo, que estamos algo pesados hoy, nos adelantamos para no retrasar mas al grupo, pero al llegar al desvío a Callahuanca me doy cuenta que otra vez voy pedaleando solo; hora de detenerse para reagruparnos. Kamary llega a los pocos minutos, no sabe nada del resto; Gerson aparece luego con mas aire en los pulmones que en su llanta posterior, si, si, a seguir parchando para no romper la monotonía..


Mientras descansábamos un rato, una gran fila de autos pasaba a nuestro lado con rumbo a Callahuanca, al festival de la Chirimoya, y la mayoría de los ya medio mamados automovilistas nos gritaban al pasar: “Vagos !!!” Es curioso, nosotros habíamos llegado hasta aquí a fuerza de voluntad y pedales y ellos subían trayendo su celulitoso trasero en la comodidad del asiento de su auto, sin mas esfuerzo que el de abrir la boca eventualmente para expresar su capacidad bilingüe (hablar castellano y cojudeces).pero sin embargo nosotros somos los “Vagos”


No hay novedades del resto del equipo, hora de usar el celular:

- Alo, Dubert.. donde están?

- Aquí en Palle alto; Pedro esta echándose una siesta mientras esperamos a Manuel

- Y Manuel donde esta?

- Bueno, cansado de pinchar llanta se estaba regresando pero… volvió a pinchar! Así que no pudiendo conjurar la espinosa maldición con el cambio de sentido, viene subiendo nuevamente.


Diablos!, son mas de las 2:00 p.m. y seguimos parados en el desvío a Callahuanca. Ya todos reunidos nuevamente vemos la necesidad de reformular la ruta en función de la hora; Callahuanca y su festival quedan para las chirimoyas, para los chirimoyones y para otra oportunidad, eso elimina también Poronhuasi; así que solo nos queda seguir trepando en busca de “el otro Pueblo Viejo”.


Pasadas las 3:00 p.m. llegamos a Bellavista de Chaclla, pequeño y pintoresco pueblito donde dejamos a Manuel para que, a la sombra de un zaguán… si, parche su llanta por vigésima vez!. No se cuantas veces pinchó llanta Manuel, pero doy fe que en cada una de las ocasiones se tomo el trabajo de revisar minuciosamente sus llantas, cámaras y aros de buena factura y poco recorrido, en busca de alguna espina oculta, no seria exagerado decir que hasta estuvo a punto de pasarle la lengua por dentro, con el fin de detectar la mas mínima aspereza que pudiera perforar la cámara, aun así y parafraseando a Galileo debo añadir que… y sin embargo pinchaba!


En modalidad cargatucleta.com trepamos la colina que cobija al pueblo y que guarda en su sima las ruinas del “Pueblo Viejo de Bellavista”, único objetivo de nuestra ruta que pudimos alcanzar. Construcciones bastante amplias, mas de lo que el tiempo disponible nos permite explorar, en realidad solo alcanzamos a tomar algunas fotos; si, fotos en las que se luzcan los nuevos manubrios de Dubert por sobre todas las cosas y por sobre todas las ruinas, y además dar oportunidad a que un par de avispas piquen a Gerson en los tobillos en justa represalia por haberles pisado su panal.


Hora de volver, hay que alcanzar Chosica antes que obscurezca; Pedro se lanza primero en el descenso hacia Santa Eulalia ya pasadas las 4:30 p.m., yo lo sigo, el resto se acomoda en turno para iniciar el retorno según sus propias expectativas de velocidad de descenso, dejando a los mas rápidos para el final y calculando un arribo simultaneo a Sta Eulalia. Rato mas tarde, algunos kilómetros mas abajo y habiendo rebasado a Pedro, suena mi celular en plena marcha, me detengo:


Brrrrrrrr…Brrrrrrrrrr

- Alo Dubert? Que pasa?

- Me saque la m…

- Donde estas? Es grave?, tu cleta esta bien?

- Si, Estoy en Palle Alto con Pedro, me esta ayudando, espérenme ahí abajo


En ese momento me alcanzan Manuel y Gerson. El primero no puede esperar a Dubert por dos motivos; le toca guardia en su trabajo y tiene que llegar a Lima antes de las 7:00 p.m. y además… increíblemente ha vuelto a pinchar llanta! y va volando en busca de algún grifo. Gerson me comenta que Kamary salía al ultimo, así que debe estar llegando en cualquier momento donde Dubert con herramientas y repuestos.


20 minutos después:

- Alo, Dubert? Todo bien?

- Si, ya estoy mejor y mi nave esta operativa, pero… Kamary no aparece!

- Uhmmm… seguramente ha pinchado llanta, espéralo 10 minutos más


Otros 20 minutos después:

- Alo Dubert? Todo bien?

- Si, pero… Kamary no aparece!

- Tamare!


Es aquí cuando Gerson no recuerda el numero de Kamary pero si recuerda que no trajo su celular, así que usa mi celucho para llamarse a si mismo y pedirle a quien conteste, en donde sea que haya dejado su celular, que por favor se fije en el numero de su hermano y le devuelva la llamada. (Llamada que, a la fecha de publicación de esta crónica, aun seguimos esperando)


Ni modo… a trepar nuevamente la montaña en busca del soldado Ryan… digo, de Kamary!, afortunadamente cuando solo habíamos recorrido unos doscientos metros, vuelve a sonar mi Celular:


- Alo Dubert, novedades?

- Si, ahí viene Kamary,!, pero… viene empujando casi toda su cleta con una mano y el resto con la otra, además trae el casco de medio lado y con apariencia de “Masticado”. Dice que si le pueden conseguir una “pluma” delantera por ahí y nos avisan.

Plop!


Conseguir un taller de bicicletas un domingo por la noche, en los poblados del valle bajo del río Sta Eulalia, en plenas fiestas patronales, no fue tan difícil, lo difícil fue encontrar quien lo abriera!. Ni modo, avisamos a Kamary que era imposible conseguirle su pluma, así que tenia que buscar transporte hasta chosica o arreglárselas con una piedra.


Afortunadamente si algo sobra en los cerros son piedras y no mucho rato después estábamos todos reunidos en un restaurante de Chosica almorzando a las 7:00 p.m.; con Dubert exhibiendo una buena colección de raspones y sus preciados manubrios nuevos hechos jirones, gracias a un súbito reventón de llanta en plena curva a alta velocidad. Kamary con un eje delantero remachado a pedradas en la horquilla, tres radios delanteros rotos, dos traseros, multicontuso y con el casco mas quiñado que juguete de perro, gracias a una pastilla de freno que se soltó y trabo la rueda delantera en pleno descenso.


Bueno, al menos ya estamos a salvo comiendo en Chosica, peor ya no nos puede ir, o si?...


- como? que dices? No te escucho por el volumen del televisor…

- Flaco, podrías por favor bajar el volumen del televisor?

- pero es que es el partido..

- Partido? que partido?

- La “U” con…

- En el Monumental? Ahora? Con los barras bravas? Por donde vamos a pasar?

- Si

- TAMAREEEEEEEEEEE!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!


Texto y Fotos : © Carlos Garcia Granthon

miércoles, 24 de febrero de 2010

Rally Totoritas 2010

Febrero 21, de 2010

Domingo por la mañana y hay mas de 400 ciclistas esperando la largada del Rally Totoritas 2010, no falta nadie en la partida, los primeros en salir son los de la categoría “Elite”, luego “Master” y así sucesivamente, hasta … un momento; esos que están en la partida, por que tienen la misma base de numeración que yo?... son de “Turismo”?...


-Hey Gerson, apúrate! Esos que están partiendo ahí, son de nuestra categoría!

Si, por estar conversando no nos dimos cuenta que ya deberíamos haber partido. Mientras yo trataba de ingresar a la pista, Gerson soltó la bicicleta de Dubert, que estaba mas adelante tomando fotos, y que solo se entero que ya debería estar corriendo cuando nos vio aparecer en sus fotos.

Alcanzar al pelotón no fue tan difícil, es mas; no me costo mucho trabajo ubicarme en una buena posición y ya voy corriendo a buen ritmo por los senderos del platanal, el atolondrado de Gerson me rebasa por un agujerillo entre la acequia y un puentecito, y casi nos matamos pero todo esta bajo control hasta que…

Ups! Se me hundió el piso? Será por el peso del cletanque?, ah no, no es el piso; es el asiento, maldita sea! Se me aflojo el asiento y se fue para atrás … Mientras pedaleo trato de regresarlo a su posición original a golpes, ya perdí un par de ubicaciones en la carrera pero sigo adelante… ojala que no se vuelva a… plop! Otra vez!.. ajo!, are! erda!... otras dos posiciones perdidas…

Ahí voy de nuevo, el asiento me ha dejado en paz un rato, recupero dos posiciones , vamos en fila india, rueda a rueda, por un a estrecha y polvorienta trocha entre altos matorrales; creo que puedo pasar a otros dos pero… Aunque no lo crean, a un animal en moto le pareció muy gracioso meterse entre el pelotón de ciclistas y hacer cabriolas entre ellos, donde a duras penas hay espacio para una bicicleta. No, si yo sabia que la estupidez es uno de los principales problemas del país y se viene extendiendo en forma preocupante entre los conductores de vehículos motorizados, pero… pero este no es cualquier estupido, este es un estupido con vista al mar! No después de poco rato, el escatocefalico motociclista se aleja, sonrisa en boca, envuelto en olor a humo, polvo, y mil mentadas de madre.

Ahora si voy a… plop, el asiento otra vez!... ya me he rezagado un montón… y para colmo un atadito de ramas de guarango con sus respectivas espinas “pincha camión” atravesado en la pista. Eso no estaba ahí anoche, si, porque yo hice un recorrido nocturno de la ruta y no había espinas ahí anoche… uhmm… no entiendo el sentido del humor de los lugareños

Aquí es cuando me rebasó Dubert que viene como tren de sierra maldiciéndonos por que no le avisamos de la partida. Yo trato de darle alcance, pero el asiento esta vez se afloja totalmente y no me queda otra que sostenerlo con los “cachetes” mientras pedaleo semi parado… lo peor de todo es que no estoy seguro de haber traído la herramienta para ajustarlo, y si la traje; debe estar al fondo de la muy compacta maletita de herramientas que no es muy fácil de abrir… quemando piernas innecesariamente por la obligación de pedalear parado, me detuve junto a un ciclista que había pinchado llanta (con alguna otra espontánea ramita de guarango trasnochada) y mientras trato de embutir el asiento a patadas, el cambia su cámara y me dice con cierta melancolía en su voz…


-“Yo iba bien… estaba yendo bien…”


Por alguna estupida razón (me habría contagiado el motociclista?) solo se me ocurrió responderle; “suerte!” cuando eso era justamente lo que a ambos nos faltaba, en realidad lo que quise decir era; “ esto no se acaba hasta que se termina”. Luego, al finalizar la carrera, trate de buscarlo en la meta para preguntarle como le había ido; no lo vi. Curiosamente cuando me regresaba lo vi bajar del mismo bus en que yo venia, tenia un buena herida en la pantorrilla y cara de no estar muy feliz, ya no alcance a preguntarle nada.

Retomando el relato de la carrera; otro trecho mas allá encontré a Eduardo, que también había pinchado llanta (y siguen los Guarangos mágicos), no recuerdo que le dije, algo le grite. El asiento se me afloja nuevamente, ya no había alternativa, si quería continuar tenia que detenerme aunque suene contraproducente; paré, saque la maletita de herramientas, extraje todas las herramienta y si, felizmente al fondo estaba a pequeña Cressent que me solucionaría el problema., afloje el perno, saque el asiento, lo volví a colocar, me asegure de alinearlo bien, lo ajuste nuevamente, volví a guardar todas las herramientas que se rehusaban a entrar en la maletita , coloque la maletita en el cletanque, y para cuando estuve otra vez al comando de los pedales; ya me habían rebasado hasta los heladeros de D´onofrio!

Con el asiento firme pude alcanzar nuevamente al pelotón y recuperar algunas posiciones, solo algunas. Al aproximarme a San Antonio, no lo van a creer; otro animal, esta vez en camioneta, traspasa los conos de señalización, ignora las advertencias del policía y se mete, contra el trafico y contra los ciclistas, en una estrecha calle. Yo me tope con él cara a cara al dar una curva, no me importo volver a perder posiciones, pero me detuve frente a la ventanilla de su vehiculo para hacerle saber formalmente mi opinión sobre su persona, su formación, su familia y muy especialmente; sobre su santa madre.

Al dar la curva del colegio de San Antonio, punto que marcaba exactamente la mitad de la ruta, ya estaba medio cansado por el asunto del “asientito” y bastante rezagado respecto a mis amigos, de aquí en adelante solo me preocupe por no perder mas posiciones y recuperar las que buenamente se pudiera. Cuando faltaba poco para terminar la carrera me pareció ver una tricota amarilla conocida unos cien metros adelante, pero… no!, no podía ser, si yo lo deje atrás con problemas en la llanta y no me ha rebasado en ningún momento… apuré el paso, lo alcance y si, si era él!... pero como?... se habrá tele transportado?, los ovnis de chilca lo abdujeron y lo proyectaron mas cerca de la meta?, o simplemente... vestec..! corto camino el muy sinvergüenza!… jajajaja… se saltó toda la trepada de San Antonio y un tercio de circuito… bueno solo me quedo decirle… Ampay!, para luego apurar el paso y llegar primero que él a la meta…

Primera vez que compito y primera vez que cruzo una línea de meta… se siente bien! aunque se llegue al ultimo, o casi al ultimo (al momento de escribir estas líneas, aun no tengo información oficial sobre mi posición en la categoría).

Tras ingresar al parque cerrado, lo primero que hice fue buscar al grupo de amigos con los que siempre pedaleo y mientras aun había ciclistas rompiéndose el alma en las curvas de la ruta; nosotros nos rompíamos el ojo con las curvas de las anfitrionas y algunas no menos agraciadas ciclistas, a la vez que comentábamos la carrera. Gerson había hecho una muy buena carrera sin percances, Dubert también, Pietro pincho llanta y perdió muchas posiciones, Juan… Juan fue caso aparte; él que era la esperanza del grupo para alcanzar medalla, pues… después de ir peleando la punta por mas de media carrera, equivoco el camino y termino dándole dos vueltas al pueblo de San Antonio, para cuando retomo la ruta correcta y cruzo la meta, al único que le había ganado era a mi. Arturo, que si algo le falta no son cojones, y se había inscrito en “Elite”, también tuvo problemas de asiento, Menandro tuvo una caída, Pedrito también una caída, Jaime como tres pinchaduras y… siguen firmas!... Luego me entere que la mayoría de los conocidos tuvieron algún tipo de percance en la ruta y no muchos pudieron terminar la carrera, pero si el día y (a excepción de Juan) con una amplia sonrisa en el rostro.


Texto: © Carlos Garcia Granthon

martes, 9 de febrero de 2010

El rally, la sandìa y el bus

(Lima – Mala – Santa Cruz de Flores – Mala)
Febrero 07 de 2010

Más de una vez he dicho, y lo sostengo con firmeza, que no soy deportista, es más; soy la antitesis de lo que podría considerarse un deportista. Si bien ya deje de fumar, (y subí mas de 7 Kgs. por eso, @#$%&!!!). Considero que un deportista es aquel que lleva una vida sana, metódica, disciplinada, alguien dedicado en cuerpo y alma a una disciplina física, por sobre todas las cosas. Descripción que me resulta totalmente ajena; pues eso de “disciplina”… disciplina…uhmmm… veamos, me parece haber escuchado esa palabra en algún lugar, uhmm…probablemente algún antiguo vocablo de una lengua muerta, en fin, no debe ser muy importante. Y lo de “vida sana y metódica”; mejor no hablemos!...Volviendo al punto; entonces… que carajo hago hoy pedaleando hasta Mala, para hacer el reconocimiento de ruta del Rally de Totoritas? Además, a que deportista en sus cabales se le ocurriría pedalear hasta Totoritas en el ”Cletanque”, (solo para calentar)con llantas para trocha y doble suspensión; si bien la bestia se mueve sobre el asfalto, consume demasiada energía para mantener una buena velocidad de crucero y dejar algún resto físico para el circuito. Aun así, llegue a las 9:50. a.m. Gerson y Pietro llegaron a los pocos minutos en bus, y Juan, pedaleando, se tardo algo mas… de Dubert, Pedro y Carlos solo sabíamos que con muchos contratiempos en la ruta, llegarían mas tarde… muy tarde… si es que llegaban.

Mapa en mano, que resulto tan útil como cenicero de moto, y ya cerca del medio día; iniciamos la vuelta de reconocimiento; a los pocos metros nos encontramos con Pedrito Salazar, el grupo de Inka Riders y unos muchachos que también habían venido pedaleando desde lima. Ellos intentaban, al igual que nosotros, hacer la interpretación autentica del mapa oficial, en el que las rectas se representan como curvas y las curvas como rectas, pues el camino no parece ser ni por aquí, ni por allá, sino mas bien todo lo contrario.

Vamos todos juntos avanzando rueda a rueda, los pies pican y lo que debería ser una vuelta de reconocimiento se convierte en una especie de vuelta de precalificación. Completamos el circuito de la categoría “turismo” pisando medianamente fuerte; una breve parada de rehidratación en el poblado de San Antonio para reagruparnos, y hasta aquí todo va bien; es hora de recorrer el tramo para las categorías “Elite y Master”… Empiezo a tener problemas en los single tracks, el cansancio ya me esta pasando la factura y cometo errores tontos con los cambios, también me pase en una curva y casi me saco la… no, la Tinka , no!.. la Mierda!

Mal que bien llegamos a Santa Cruz de las Flores, justo a tiempo para prorrumpir e interrumpir en ceremonia e himno, (en ese estricto orden). Un policía nos detiene en plena plaza publica, pues esta terminantemente prohibido pedalear en el pueblo mientras se escuchan las sagradas notas del Himno Nacional y los no tan sagrados discursos del Alcalde; sin embargo y como una concesión especial; se nos permite comer raspadilla, (siempre y cuando lo hagamos con gesto solemne).

Desaprovechando total y tontamente la oportunidad para rehidratarme, por tratar de resolver un problema con la batería de mi cámara, la ruta no tarda en pasarme factura y al llegar a la “trepada del basural” tuve que pasar a la modalidad de empujatucleta.pe/weon. (gracias muchachos por esperarme en la cumbre). De aquí en adelante ya todo fue relativamente sencillo. Algo dispersos, me separe del grupo de Inka Riders en el puente en ruinas, con los 30 kms de ruta casi completos, para cortar hacia Mala y reunirme con Juan, Gerson y Pietro, que a su vez habían hallado a los náufragos de la expedición Ciclo Trebud que por fin tocaban puerto Maleño.

Dubert, Pedro y Carlos no habían llegado con las manos vacías; bueno, en realidad cuando los encontramos ya las tenían vacías, pero… pero mejor les cuento:

Al llegar al puente Mala en el Km85, lugar donde debían esperarnos, ya hambrientos pararon un momento en el kioskito frutero a la vera de la autopista, donde dos guapas morochas ofrecían a la vista sus mejores manjares (y las frutas también); Pedro, que del arte del flirteo ha hecho casi un apostolado, no tardo en entablar coloquio; de lo que dijo con el verbo y se respondió con la mirada no ha quedado registro, pero de lo que si hay testimonio, es de lo que se llevo Pedro, orgulloso, como trofeo de guerra de aquel efímero encuentro… una grande y jugosa sandia sobre el timón de su monoplaza! Sandia que luego engulleron mientras nos buscaban.

Ya avanzada la tarde y con el estomago lleno; Dubert, después de pegarle su sticker a la chica del restaurant, propone el retorno pedaleando para compensar el recorrido de reconocimiento que el no hizo… no hay quórum, y la verdad que aunque tentadora la idea, después de todo lo ya recorrido, el solo pensar en hacer toda la ruta de vuelta en el cletanque… uhmmm…No!, es en estos momentos cuando la sensatez aconseja arriar la bandera de macho alfa, abandonar el barco de la hombría y… subirse al bus rosadito de la Barbie!

Si bien el bus no era rosadito, al menos tenía las cortinas color fuxia y nos dejo en el trébol de Javier Prado ya pasadas las 6.00 p.m.

Texto: © Carlos García Granthon


sábado, 23 de enero de 2010

La Cueva Prometida


(La Molina – Manchay – Pachacamac – Cueva Prieta – Lurin – Villa – Surco – La Molina)
Enero 17 de 2010

- Oiga; esto es una lavandería, el taller de cerámica esta a la vuelta… o me va a decir que ese amasijo de plastilina pestilente es ropa?
- Pero señora si solo es un poquito de barro
- Un poquito de barro? aquí lavamos ropa, no hacemos excavaciones arqueológicas
- Pero es que es la lycra de …
- Lycra?… ahhhh, así que revolcándose en el fango con alguna chica no? la próxima vez mejor váyase a la playa; la arena se sacude fácil. Ah, y devuélvale la lycra a la chica, no sea fetichista!
- No! Ud. no entiende; es mi lycra de ciclismo y el fetichista del grupo es Dubert, pero… pero esa es otra historia, mejor déjeme que le cuente…

Era nuestro cuarto intento, o quinto?... ya perdí la cuenta, la cosa es que cada vez que hemos intentado ir a Cueva Prieta, algo sucede; el clima, los percances, los retrasos, y la salida finalmente termina trunca o con un vuelco total de destino.

Esta vez si teníamos que llegar; pero como de costumbre el clima se volvió en nuestra contra y una fuerte garúa nos acompañó, mojó y remojó, a todo lo largo de la pampa de Manchay. Para cuando llegamos a Pachacamac, Chipy, Gerson, Juan, y Yo, ya éramos toda una postal de naufragio rural. Allí en la plaza de armas de Pachacamac nos reunimos con la otra mitad del equipo; Dubert, Job, Carlos y Pedro, que habían venido con buen clima y mejor aspecto por la Panamerica Sur. Así fue como todos juntos, conduciendo nuestras dieciséis mugrosas ruedas, sobre no menos fangoso camino, llegamos a Pueblo Viejo a media mañana.

En plena trepada a la cumbre de Pucara, en el punto más empinado y resbaloso, cuando las inclemencias del clima y la inestabilidad del terreno, nos habían obligado a cambiar a la modalidad de empujatucleta.pe ; Juan, que ya había tardado en dar una de sus manifestaciones paranormales, entra en trance; con varios kilos de barro en las ruedas y remojado e hipotérmico hasta sus más profundos demonios internos; trepa, a velocidad de crucero, toda la empinada y jabonosa cuesta en un solo arranque de furia. Chipy lo intentó, Dubert lo intentó, Pedro también lo intentó… no lograron avanzar ni un metro.

Luego de coronar la cumbre vino la bajada hacia la otra quebrada, que no es menos empinada ni menos resbalosa; a medio descenso mi Score ya era; Curvas 03 / Caídas 01. Es curioso; caer sobre el blando y resbaloso fango resulta inocuo y hasta cierto punto divertido… será por eso que me caí dos veces?

Al discurrir por la quebrada de Pucara, Job, que no le ha venido haciendo mucho honor a la estoica reputación de su bíblico nombre, abandona el grupo y la empresa. Si bien el terreno a vencer es más plano aquí, las condiciones son peores; ya no llueve, pero un ato de ganado, que es parte del elenco estable de la quebrada, nos hace saber de su disgusto por el color rojo, especialmente el rojo encarnado y predominante de los Maillot del grupo Keniro; así mientras unas cuatro bien artilladas cabezas de ganado nos tienen arrinconados contra el cerro a todos, sin discriminar a rojos, verdes, azules, amarillos y naranjas; vemos atrincherados detrás de nuestro improvisado burladero, fabricado a base de cuadros de bicicleta, como la matriarca del grupo le presenta en campo abierto sus cuernos, reclamos, y grandes ubres a Gerson y sus rojos colores.

Salvado el impase y sin sangre en la arena, continuamos por lo que parecería ser un plano, amplio y fácil tramo de camino afirmado, en nuestra ruta hacia los orígenes de la quebrada Pucara, pero… diablos! Las ruedas se hunden hasta los radios y los pies hasta los tobillos en esta especie de mazamorra de agua estancada y fango arcilloso, encurtido en suave aliño de orina y estiércol de vaca, agregados al gusto. Son unos quinientos metros que nos vemos obligados a avanzar en olor a putrefacción, bajo un cielo gris que amenaza con lluvia inmisericorde y escoltados por una mega colonia de súper mosquitos antropófagos que, en temas de ferocidad, dejarían en ridículo a la más voraz de las pirañas amazónicas. Afortunadamente un consejo de Job, el único que alcanzó a dar antes de tirar la toalla, la bicicleta y el buen humor, empieza a rendir resultados; el frotarse el cuerpo con hojas frescas de tabaco silvestre ahuyenta a los mosquitos mejor que el cualquier repelente. La receta es digna de tomarse en cuenta, siempre y cuando a uno no les moleste terminar con la piel y la ropa teñida de un intenso verde clorofila.

Hay quien toma la alternativa de abandonar el camino e ir a campo traviesa, pero las crecidas y tupidas matas de tabaco silvestre hacen imposible distinguir el suelo por donde se rueda y ocultan las grandes piedras y pequeñas alimañas del lugar, también las menos peligrosas pero mas grandes plastas de vaca. Si Dante hubiera sido ciclista, aquí se hubiera inspirado para describir uno de sus infiernos. Finalmente alcanzamos la cabecera de la pampa de Pucara, una tranquera abandonada nos sirve de portal dimensional para limitar los terrenos agrícolas de la terra incógnita que estamos por empezar a explorar.

Ya sobre el mediodía y a poco de alcanzar nuestro objetivo, discurrimos por la serpenteante huella de una estrecha quebrada rocosa de negruscas paredes, que eventualmente es usada por andinistas para practicar escalada en roca. Lo curioso es que vamos en busca de “Cueva Prieta”, sin saber si es una cueva en realidad, unas ruinas, o sólo la curiosa toponimia de algún punto geográfico. Coincidiendo con la ubicación del mapa, dentro de un radio no mayor a trescientos metros; encontramos en el campo tres probables sitios que podrían llevar ese nombre:

1.- Una obscura cueva de regulares dimensiones en lo alto de un cerro, a unos ciento veinte metros por encima de nuestras cabezas, a la que Dubert y yo intentamos escalar, pero nos resultó imposible hacerlo con zapatillas ligeras sobre las filosas rocas, cubiertas de una especie de jugoso, extraño y resbaladizo moho con aspecto de uvas a medio pisar.

2.- Unas modestas ruinas unos trescientos metros más adelante, en el límite donde la quebrada se abre, y la magia del verdor y humedad desaparecen para dar paso a la árida realidad de la costa peruana.

3.- Una pequeña cavidad de negras paredes, en las proximidades a la primera gran cueva, pero a escasos metros del camino. Frente a la cual, y entre los matorrales, encontramos una gran cantidad de fuegos pirotécnicos quemados (?)

Antes de retornar optamos por ver que había detrás de la “Cortina Nº 3”, el ascenso resultó gracioso y entretenido, pero cuando pensábamos que el lugar estaba deshabitado, y en plena pose para las fotos… Zas! Un disparo directo de materia fecal viene desde el techo de la mini caverna, pasa rozando el casco y hombro de Gerson, y salpica la cámara de Juan; es una lechuza (Tyto Alba) que recurriendo a la única arma que tiene a mano (bueno, no precisamente nos disparó con la “mano”) nos hace saber que estamos molestando y no la dejamos dormir. En fin!, de mejores antros me han corrido.

La despedida queda a cargo de una familia de vizcachas que salió a darnos el adiós cuando abandonamos los límites de cueva prieta. Si bien aquí debería terminar la aventura, el retorno que se suponía reposado no lo fue tanto:

Buscando una ruta para salir a Lurín sin tener que retornar por Pueblo Viejo o pasar por la cantera de Cementos Lima, fuimos a dar precisamente allí, a la cantera de Cementos Lima, a la zona de voladuras, junto al letrero que dice… “Peligro Explosivos”… Las circulinas y los vehículos de seguridad no se hicieron esperar y rápidamente nos condujeron escoltados a los límites de la explotación minera. Hay que reconocer que a pesar de que éramos nosotros los que estábamos en falta, fueron muy amables en todo momento y nos indicaron como llegar a Lurín sin terminar saltando por los aires en pedazos. También nos dijeron que unas horas antes habían cogido a otro “pelotudo pedalero” que fue a dar a la misma zona de explosivos y que respondía al nombre de Job… Ups!

El almuerzo fue en Lurín; tamalitos de entrada y arroz con pollo, bien servidos y atendidos por una simpática chica a la que Dubert logró, después de casi una hora de esfuerzos, pegarle su sticker de “Ciclotrebud”.

Fue aquí cuando me dieron la mala noticia; nadie quería retornar a Lima por la ruta Pachacamac – Manchay, creo que se habían confabulado para que esta vez sea yo quien llegue a casa en último lugar… uhmmmm… regresar solo de noche por Manchay… uhmmm… creo que tendré que darme toooooooodo el vueltón por la Panamericana Sur, hasta La Molina… al menos me servirá de entrenamiento.

En este punto del relato, los monoplazas llevaban ya varias horas funcionando con lubricación forzada a base de arcilla mojada y estiércol de vaca… Ya no eran los mismos, aun así hicimos un último sprint, en eco de metálicos crujidos y quejidos, hasta el peaje de Villa, donde nos detuvimos para reagruparnos mientras mirábamos a la veintena de anfitrionas que repartían no se qué cosas a los automovilistas en las garitas de peaje.

- La salida salió interesante y económica - dijo Dubert
- Uhmm, más o menos – respondí – creo que si sumamos la lista de refacciones que van a necesitar las bicicletas; cadena, fundas, cables, tacos de freno, etc.….veamos, serían unos….
- Bueno
- añadió Gerson – pero habría que sacar costos unitarios de las refacciones y prorratearlas entre el numero total de rutas en las que han participado; eso sería como… unos…
- 1,000 Soles mínimo! - gritó Pedro, que seguía con la mirada perdida en las anfitrionas
- 1,000 Soles?, no Pedro estás mal, eso es mucho…
- Si, ya lo calculé bien, necesito mínimo 1,000 Soles entre cena, discoteca, regalito y “telo”, para salir con una chica como esa y tener alguna posibilidad de “coronar la cumbre”.
- Plop!

Nos fuimos despidiendo en cortas paradas a lo largo de la ruta, el penúltimo tramo, desde Benavides hasta la avenida La Molina, lo hice en compañía de Juan, a quien tuve que invitar una gaseosa en el grifo de la Universidad de Lima, para conjurar sus demonios y hacer que se detuviera un rato (a veces pedalea como si estuviese poseído)… llegué a casa con el caer de la noche.
Ver el video de la ruta AQUI

Texto y fotos: © Carlos García Granthon