martes, 12 de mayo de 2009

Siki Suchuy

Mayo 9, de 2009
La Molina - Pachacamac – Rio Seco – Tinajas – Cieneguilla – La Molina

Con un mes sin pedalear, y aun medio maltrecho, ya me empezaban a picar los pies por salir a recorrer alguna ruta; algo suave, tranquilo y cortito, como para retomar el ritmo. Busque en Internet las propuestas y convocatorias de varios grupos de ciclotransportados para este fin de semana; encontré una, publicada por Arturo, que se titulaba; “Valle de la muerte”… uhmm… no es precisamente lo que me recomendó el medico, pero… suena interesante!. Así que… coordinaciones de último minuto van, y repuestos para mi monoplaza vienen.

El sábado salí no muy temprano de la casa y dirigí ruedas a Pachacamac, vía Manchay, para encontrarme con Arturo, que venia por la ruta larga de la Panamericana Sur, en la esperanza de reclutar en el camino algún otro ciclista, con vocación de suicida o complejo de inmortalidad, para completar el equipo. (En rutas de exploración se necesitan tres; dos van para, en caso necesario, cargar apropiadamente el cadáver del tercero) La idea era recorrer, ascendiendo a fuerza de pedal, el llamado “Valle de la muerte”, al que yo en realidad le cambiaria el nombre por “Valle de la desolación”, desde Pachacamac, hasta sus orígenes en las alturas de los cerros, a la cabecera de Pampa Tinajas, pero… mejor lean el relato:



La línea naranja indica la totalidad de la ruta recorrida

Las 9:00 a.m. y ya estamos ambos (no hubieron mas voluntarios) en la plaza principal de Pachacamac, sin mas preámbulo tomamos la ruta hacia El Manzano, pasamos el portón de Cementos Lima y proseguimos hasta las oficinas del Santuario de Amancay; esta quebrada se llama oficialmente “Río Seco”, como muchas otras en la zona, pero los ciclistas la conocen por “Valle de la Muerte” debido a su aridez extrema en esta época del año. Un par de ciclistas en las inmediaciones haciendo alguna ruta corta, se pierden de vista en medio de la seca llanura, mientras nosotros nos apeamos para hacer uso (y abuso) del ultimo caño con agua que veríamos en las próximas 5 o 6 horas; si, ese que está en el lavadero de granito detrás de las oficinas del Santuario.

Desde los primeros kilómetros el pedregoso camino se hace pesado, y el sol traspasa los cascos hasta calcinar la razón. Ya a medio valle todo rastro humano ha desaparecido, no se ven mas huellas de bicicleta, ni sendero alguno y el silencio es absoluto, ni el viento se atreve a rozar las ardientes rocas y lo mas cercano a un ser viviente es el espectro de algún solitario y reseco cactus; si bien la quebrada tiene un fondo relativamente ancho y parejo, que discurre entre la mas completa gama de grises de los cerros que la flanquean; este fondo es una cama, mezcla de arena suelta y piedras cortantes, por entre las cuales asoman unos diminutos cactus que solo se atreven a exponer tímidamente sus puntiagudas espinas al sol. “Desolación”, si, así debería llamarse esta quebrada.

Con tres cuartos de valle recorrido, y tres cuartos de reserva de liquido consumido, vamos siguiendo, a vuelta de rueda y pedal, unas extrañas huellas de vaca, probablemente marcadas en el suelo cuando aun el arco iris era solo en blanco y negro. La verdad, no me imagino un arco iris a color en este valle… no, sería chocante!.

Una calcinada calavera vacuna, bajo el sol de medio día, pone fin a las huellas que veníamos siguiendo y marca el comienzo a nuestras preocupaciones… ya nos queda muy poco rehidratante y si bien el mapa nos ha ayudado muchísimo (hay varias quebradas que convergen aquí y es fácil extraviarse) ya no estoy muy seguro de cuanto falta para coronar la cumbre. Providencialmente unos metros mas adelante, junto a una gran muela petrificada que me traje como souvenir, aparecen varias huellas de cabra relativamente frescas (las excrecencias complementarias así lo denotan) y van con dirección a la cumbre… uhmm… a seguirlas!.

El ultimo kilómetro; un estrecho, zigzagueante y empinado callejón rocoso, lo hicimos empujando los monoplazas, pues no había forma de pedalear en ese terreno. Esta es una de las raras ocasiones en que preferiría tener una bicicleta de aluminio; pues yo tenía que cargar con mi “Pesada” (léase; corcel de hierro) y Arturo con su “Triste” (conocida así por la peculiar posición del timón). Ya sin líquido y sin piernas, teníamos la cumbre a tiro de piedra, pero no encontrábamos la salida, ni el famoso sendero que figuraba en el mapa, y que nos conduciría a Tinajas. Un estrecho pasaje sobre la izquierda, que bien podría parecer una “escalera de servicio” con pasos de arena fina y contrapasos de roca, tallada entre la granítica mole de dos cerros que forman un callejoncito de escaso metro y medio de ancho, parecía ser la salida, es mas; extrañamente había allí un viejo cartel que decía… ya no decía nada!, la inscripción se había quemado con el sol! Pero bien podría haber dicho; “propiedad privada” o “gracias por su visita” o… “peligro zona minada”… uhmm… seamos racionales, sigamos a… los irracionales! (las huellas de cabra iban en dirección opuesta al cartel).

Unos cien metros arriba y adelante, cuando mi reloj marcaba la 1:20 p.m., siempre sobre las huellas de cabra, Arturo trepó una cumbre de 30 metros, volteó y gritó: Tinajas!, Tinajas!. Sí era una esplendida vista de toda la Pampa de Tinajas a nuestros pies, pero… (siempre hay un maldito “pero”) no había forma de bajar! Un talud casi vertical de unos 250 metros de profundidad se interponía entre nosotros y la pampa. No puede ser! Tanto trepar para nada!, No!... un momento!.. y las cabras?; no hemos encontrado sus cadáveres ( podría tratarse de un caso de suicidio colectivo) y no creo que las haya secuestrado un ovni, así que… debe haber alguna salida!

Tras una segunda (y una tercera) revisión minuciosa, y casi desesperada, del talud, encontramos las huellas de las cabras que bajaban zigzagueantes por una cuesta casi vertical de arena y piedra suelta, hasta una trocha carrozable a un tercio de altura de la pampa… Fue así como descubrimos que, bloqueando los frenos de la bicicleta, ésta puede ser muy útil como bastón de trekking o piolet de alpinista. Estoy seguro que esa bajada aun no tiene nombre, por lo que me gustaría contribuir a la toponimia de la región, bautizándola como “Siki Suchuy” (las explicaciones sobran).

Ya en la pampa de Tinajas; deshidratados y chupando, como único consuelo, las tiras de pellejo que se desprendían de nuestros resecos labios, vamos rodando sobre la trocha, que en ese momento nos parecía una Autovan, enfilando ruedas hacia Cieneguilla. De pronto, Arturo se detiene en una casita rústica, en medio del arenal (y en medio de ninguna parte):

- Arturo, a dónde vas?
- A donde mi amiga, a pedirle agua
- También tienes una amiga aquí?

Si, increíblemente era la “Amiga de ruta N° 236” de Arturo; no creo que exista un solo kilómetro de camino en este país, donde Arturo no tenga una amiga!. Una muy oportuna y refrescante jarra de jugo de… manzana(?), cortesía de la providencial amiga, nos devuelve el ánimo y las energías suficientes para llegar hasta el minimarket de Cieneguilla, donde pasamos cerca de una hora rehidratándonos, conversando y descansando antes de emprender el tramo final de vuelta a casa, vía trepada por el serpentín de Cieneguilla, y en cuya cumbre rompí torpemente una botella de coca cola por querer destaparla apresuradamente. Me despedí de Arturo cerca de las 5:00 p.m.… fue una buena jornada!

Carlos García Granthon

N. del A.- Si en caso hubiera alguien lo suficientemente necio como para intentar esa misma ruta (se rumorea que hay varios) aquí van unos consejos útiles:

- Háganlo entre Julio y Septiembre, cuando la bruma de la estación refresca el cuerpo y el paisaje
- Tengan en cuenta que no importa cuanta agua lleven, nunca será suficiente.
- Lleven un mapa (y alguien que sepa interpretarlo).

1 comentario:

Anónimo dijo...

saludos me perecemuy pelogro que hayan ido por la zona personalmente conosco lamitad delcamono es casi una zona ababandonada por decirlo menos la gente se ha preocupádo por cercar inmensas extenciones de terreno pero nadie habita en ellos salvo algunos chacreros mal humorados que no te ofrecen ninguna hospitalidad a menos que tengas una razon convincente para psar por esos lares