martes, 12 de junio de 2012

Pedaleando por el planeta


Pedaleando por el Planeta
Lima – Ticlio – Lima
Junio 09 y 10 de 2012

Son las 16:00 horas del sábado, estamos en Matucana a 75 kilómetros de Lima y 2,400 msnm; según el programa vamos muy retrasados por mi culpa, me siento mal, muy débil, tengo escalofríos, ni siquiera pude ingerir el almuerzo… En realidad me sentí mal desde que salimos de Lima a las 6:00 a.m. y venía empeorando con cada kilómetro sumado al odómetro y cada metro al altímetro.  Aldo Poma, compañero de aventura por afición y médico forense por profesión, que sabe por oficio y costumbre lo que es ver un mal semblante, me mira y con ojo clínico me recomienda retornar a Lima. Resignado, frustrado y molesto conmigo mismo, llamé a casa avisando de mi estado, cogí la bicicleta y casi arrastrándola por la pista, junto con mi orgullo, me dirigía a buscar un transporte de vuelta a casa, pero…

En ese momento; Aarón Heredia, tercer y último integrante de este grupo expedicionario que pretende ascender 132 kilómetros, desde Lima hasta Ticlio a fuerza de pedal y alcanzar los 4,818 msnm, allí donde los pilotos de combate suelen pedir oxigeno; le pregunta a Aldo:
 
-          A dónde va Carlos?
-          Pues… a tragarse su orgullo y darnos una lección de sensatez

Sensatez, sensatez… dónde he escuchado yo esa palabra antes?... uhmmm… debo haberla leído en algún libro, además mi orgullo es demasiado grande e indigesto como para ser tragado sin contraer un cólico severo, así que… a pedalear! 5 kilómetros después ya me estaba sintiendo un poco mejor, lo suficiente como para abrigar esperanzas de alcanzar el objetivo y poder escribir la presente crónica. Nunca supe que fue lo que me enfermó, pero sea lo que sea, parece que se curó con el mal de altura,… paradojas de la vida! Pero mejor contemos la historia desde el principio:

Ya perdí la cuenta de cuantas rutas he recorrido sobre mi bicicleta, han sido tantas que me permitieron publicar un libro al respecto el año pasado, siempre realizadas sólo por esa sed de aventura y simple satisfacción personal. Esta vez ya era tiempo de devolver al planeta algo de lo tomado y pedalear por una buena causa. O mejor dos! La primera, y para quien esté leyendo esta crónica, va el siguiente mensaje directo:

“Si nosotros pudimos ascender la Cordillera de los Andes en bicicleta, tú puedes ir a trabajar en la tuya. Detengamos el calentamiento global!”

 La segunda, y no por eso menos importante, promocionar a nuestros amigos de Traidcraft, ONG que promueve y practica el principio de comercio justo y desarrollo sostenible con los países del tercer mundo como el nuestro.  

En fin, como ya mencioné, luego de un mes de entrenamientos conjuntos salimos de Lima el sábado 09 de Junio a las 6:00 a.m. tripulando nuestros flamantes monoplazas de propulsión humana, y ensamblaje casero, por la carretera central.

Salvo una breve escala técnica en el grifo San Ignacio del Km 21 para la ya casi ritual visita a vestuarios, hidratación y reciclaje de líquidos; la primera escala oficial, con preámbulo de pinchada de llanta por parte de Aarón, fue en la ciudad de Chosica, Km 34, para el también  infaltable desayuno ciclístico al paso, a base de Quinua que a S/.0.70 el vaso te recarga de energía y… vamos, hay que beberlo con la solemnidad del caso!, que si la ruta es importante hay que seguir el protocolo del buen ciclotransportado al pie de la letra, y al borde de la pista.

Las siguientes paradas de ley; Corcona, Km 46; Tornamesa Km 55; San Jerónimo de Surco, Km 67,  se dieron ya con algún retraso pero sin mayor novedad.  Salvo por una pinchada de llanta de mi parte y el involuntario tránsito de Aarón sobre un cactus a la orilla del camino que añadió 7 agujeros a su llanta y estas tres líneas a la bitácora de ruta, en un mismo acto.

Lo que ocurrió en Matucana, a donde arribamos a las 14:45, pero desde  donde no pudimos reanudar la marcha hasta las 16:00 horas, ya lo narré en el primer párrafo de esta crónica, y no voy a volver a mencionar mis dolencias, que bien merecidas las tengo por andar en estos trotes a edad madura (lo de maduro es discutible), pues bien sé que son correrías con exigencias físicas aptas sólo para la biomecánica, sin mayor uso ni abuso, de quien cumpla los 16 por primera vez y no por tercera, además me consta que la garantía del fabricante venció a los 40 y no hay ventanilla para trámite de revalidación.


Recuerdo el Km 81, Aarón parchando su llanta, sólo para romper la monotonía, y yo sintiéndome un poco mejor. Fue la primera vez en el viaje que, siendo fotógrafo, me animé a sacar la cámara, si ésa que según el fabricante es la DSLR más pequeña del mundo (pero no necesariamente la más liviana) y que añadió peso a la ya voluminosa mochila, pues como ya habrán notado, esta fue una aventura en modalidad autoportante; sin ningún apoyo logístico ni escolta de ninguna clase, cada cual llevó todo su equipo, encargos, alimento, líquido, ropa, refacciones, culpas, miserias, miedos, vergüenzas y herramientas sobre su espalda toda la ruta. Hoy veo la mochila aquí tirada en el piso junto a mi y…aún duele!

San Mateo de Huanchor, situado a 3,200 metros sobre el nivel del mar, se levanta con las primeras sombras de la noche delante nuestro, es el Km 94 de la ruta, en realidad llevamos, en esta sola jornada, algo más de 100 Kms de ascenso sobre nuestras bicicletas desde que salimos de casa esta mañana. Hora de buscar comida y cobijo para pasar la noche; lo primero fue fácil, lo segundo no tanto; un grupo de trekking tiene reservadas la mitad de las habitaciones del pueblo y la otra mitad, pues… es sábado por la noche!

Sólo encontramos alojamiento disponible en el albergue municipal, donde por S/.5.00 nos fue permitido pasar la noche en barraca común, compartiendo techo de calamina con el elenco estable de ebrios del pueblo y uno que otro buhonero de las jurisdicciones vecinas. Pero tres hombres lycrados, en colores llamativos cual súper héroes de historieta, y que vienen ascendiendo desde la lejana Lima por propia fuerza muscular, imponen suficiente respeto; y nadie molesta, todos saludan.


La tradicional tertulia previa al sueño, se reemplaza esta vez por una larga sesión de parchado de llantas. El baño no funciona, el frío se cuela por todas partes y la lluvia redobla los tambores en la calamina metálica como preámbulo al coro de atronadores ronquidos, que opacan cualquier tormenta exterior, de los parroquianos de esta hermandad del techo pre-pago. Nadie se bañó, nadie se cambió, dormimos como llegamos, cada cual en su catre pero todos en “olor a multitud”.   

La linterna de Aldo en mis ojos y las protestas de Aarón son el despertador que anuncia las 5:30 a.m. hora de levantarse y salir al congelado mundo exterior a buscar desayuno… Diablos!, todos los puestos ambulantes de café, al igual que los hoteles, están copados por el grupo de trekking… ni modo, se adelanta la partida y se pospone el desayuno para la próxima parada.

Ya sobre nuestros monoplazas y disponiéndonos a salir del pueblo donde aun no amanece, vemos, en una esquina, una figura conocida que nos hace señas, es alguien saltando sin parar en su mismo sitio para no congelarse, es… Dubert?, si Dubert Díaz y los muchachos de Rodando Perú, ellos han venido desde Lima en bus trayendo sus bicicletas para trepar con nosotros desde aquí hasta Ticlio. Bien!

Nos separamos algo al salir de San Mateo, nos reagrupamos en el Infiernillo, Km 99, a las puertas del Cacray, ese tenebroso túnel “tragacamiones” según Aarón, que con sus 580 metros de obscuridad  inspira el respeto de más de un ciclista que no quiere terminar como sticker en el parachoques de un camión de 18 ruedas. Es aquí donde, mirando la   gruta del Infiernillo, supuestamente encantada, en lo alto de la quebrada; se me ocurre como buen lugar para dejar, al regreso, el poema que me encargó Fiona, una amiga de Traidcraft, que me pidió llevara por ella hasta Ticlio.

A Chicla, Km 106, ubicado a 3,800 msnm, llegamos cada quien a su estilo; Aldo haciendo derroche de su buen estado físico, y yo de mi mal humor constitudinario, mientras Aarón, entre parche y parche de llanta, se deja perseguir por todos y cada uno de los perros del camino que quieren hincar marfil en fibra joven.  Los muchachos de Rodando Perú llegan con la frescura propia de recién iniciar la ruta, Margarita y Samuel, no se detienen. Dubert, Rubí y todos los demás paramos en el pueblo por una “Sopa Verde” que por S/.1.50 nos sirvió de desayuno. ¿Qué es una sopa verde?... pues ni la menor idea! Y tampoco sé que sabor tiene ya que a punta de limón y ají le “ajustamos” el sabor a un tono más citadino.

De aquí en adelante la ruta se puso pesada y los 100 Kms de ascenso del día previo pasan la factura muscular, con copia a la altitud e impuestos incluidos. Ya no se siente el dolor, no se sienten las extremidades:

-          Aldo, como médico, dime ¿por qué tengo los dedos de la mano negros?
-          Mételos a la acequia y sacúdelos; si se aclaran es suciedad; si se caen es gangrena.


-          Carlos; tienes un clavo atravesando tu pie y zapatilla!
-     Déjalo, es mi amuleto

Si bien la subida se hacía infernal; odiaba cada pequeña bajada del camino pues sabía que no sólo estaba perdiendo algunos metros ya trepados, sino que tendría que volver a subir. Así y todo llegamos a Casapalca, en el Km 116, a 4200 msnm donde los picos nevados escoltan la carretera y el oxígeno necesario para pedalear se arranca por la fuerza de la terquedad del ciclista a la enrarecida atmósfera; una sopa de carnero por S/.6.50 y un largo reposo se hicieron necesarios.

Las 11:00 a.m, hora de atacar el último tramo de 15 Kms que nos llevaría a la cumbre, a Ticlio! Sabemos que Margarita y Samuel van un poco por delante, el resto viene detrás. El frío, el cansancio y la falta de oxígeno duelen; pasa un camión muy cerca, casi rosándonos, cual chiquillos haciendo una travesura, Aarón y yo nos cogimos de la baranda, pero el monstruo metálico se sacude en una irregularidad del camino y se deshace de Aarón como si fuese un parásito, yo me aferré un poco más con los congelados dedos y logré que me remolcara a varios cientos de metros por la carretera, si, confieso que he pecado, pero… fue divertido!

 Km 122; lo que nos faltaba; una tormenta de nieve bloqueó la carretera, no hay pase (para vehículos motorizados) y la interminable fila de camiones varados tiene varios kilómetros. Es muy difícil avanzar así. Por la derecha los camiones y buses parados no dejan espacio para pedalear entre la pista, la cuneta y, la montaña o precipicio, según lo que te toque en suerte con cada vuelta de curva. Por la izquierda bajan en sentido contrario algunos vehículos, hay que ir avanzando a salto de mata, o  mejor dicho; a salto de camión.

Como jugando a las escondidas entre esta especie de serpiente metálica inerte, donde cada vehículo pesado es una metálica y gigantesca vértebra; nos hemos separado, a veces nos rencontramos compartiendo refugio en una saliente del camino, o caminando, pedaleando, en la cuneta, por la tierra, esperando un espacio entre buses y camiones, a veces agarrándonos de algún parachoque o baranda de camión para poder, debajo de una tolva, avanzar remolcado sólo algunas decenas de metros, es pesado, complicado y peligroso, al menos tres veces terminé de cabeza en el fondo de la cuneta.

Aldo me esperaba un kilómetro antes de llegar a Ticlio, con la carretera ya desbloqueada coronamos la cumbre a las 13:15 p.m. y empezamos a gritar como niños debajo del cartel que indica:



Ticlio
4,818 msnm
Paso ferroviario más alto del mundo




Allí encontramos a Carlos Gómez que había subido, desde La Oroya, pedaleando por el otro lado de la montaña para darnos el encuentro en la cumbre. Luego llegaron Margarita y Samuel, nos dimos la mano y…

-          … y tu rodilla Margarita?
-          ¿qué tiene mi rodilla?
-          dirás; qué le falta?, para comenzar parece que le falta un trozo de la piel y de la ropa que la cubría esta mañana.

Hice algunas pocas fotos, estaba como zombi por el agotamiento y la falta de oxígeno, esperábamos a Aarón que debía llegar en cualquier momento….

 A las 14:30 p.m. sin noticias de Aarón, nos preocupamos y empezamos el descenso. Encontramos a Rubí aun trepando a tres kilómetros de la cumbre y no sabía nada de Aarón, ella iba feliz acompañada de si misma, su propia soledad y perseverancia que vienen con el kit básico del ciclista de aventura. Dos kilómetros más abajo subía Dubert, en las mismas condiciones. Ambos coronaron la cumbre rato después.

Ya a punto empezar a recoger muestras de tejido de las llantas de los camiones en busca de al menos un fragmento del ADN de Aarón. Seguimos bajando a buena velocidad, sorteando vehículos, curvas y prácticamente, con la pendiente a favor, adueñándonos de la vía y buscando algún indicio del desaparecido.

Antes del túnel Cacray, Km 99, tomamos un desvío alterno y olvidado por la antigua ruta del infiernillo, la gruta encantada y los abandonados puentes, un par de fotos, a dejar el poema de Fiona en una grieta de la gruta, donde según la leyenda local vivirá para siempre, perder mis lentes en otra y a seguir buscando al soldado… digo a Aarón.

Fue finalmente en San Mateo, sobre las 16:00 horas donde logramos comunicación;  Aarón ya estaba rumbo a Lima. Según nos contó luego; el mal de altura, el frío y el cansancio lo vencieron en el Km 127, a 5 Kms de la cumbre, se dejó caer sobre una pirca y un gran perro de nombre “Oso”, el único que no quiso morderlo en todo el camino, se acercó, le dio abrigo y le mostró un ato de llamas que custodiaba junto con su amo. Luego, algo recobrado Aarón (sin avisar!) dio media vuelta y se dejó llevar, cuesta abajo, por la carretera rumbo a Lima.

 Aldo y yo, con alguna sed de adrenalina aun, bajamos cual kamikazes por la carretera siempre sobre nuestros monoplazas de combate, tomamos lonche en Chosica a las 18:00 horas y yo cené en mi casa a las 20.00 horas del domingo; 278 Kms y 38 horas después de haber salido el día anterior y alcanzar los 4818 mts de altitud a fuerza de pedal.

 Sólo añadir que tal como dije en la convocatoria del evento: Muchachos; no intenten esto en casa… inténtenlo afuera! Créanme, es más divertido quemar calorías que hidrocarburos, además el planeta se los agradecerá.



Texto y fotos: © Carlos Garcia Granthon

1 comentario:

Anónimo dijo...

Q bárbaro ¡¡¡ Q fortaleza y volundad ¡¡¡¡ Felicitaciones por alcanzar Tilio pedaleando y por escribir tan divertido.