miércoles, 3 de noviembre de 2010

Halloween; Rutas de Espanto

Pacomanta – Escomarca – Tres ventanas – Olleros - San Bartolo
Octubre 31 – Noviembre 1º de 2010


Que mejor comienzo para una aventura extrema que ir rodando fuerte, con llamativo y completo equipo de ciclista, por las no muy amistosas calles del barrio de San Jacinto a las 7:00 a.m. del 31 de Octubre, día de halloween, con rumbo al corazón de El Agustino a abordar un bus que promete llevarnos a San Lázaro de Escomarca. Somos siete los conjurados; Aldo, Gerson, Kamary, Juan, Pietro, Raúl y quien suscribe esta crónica; Crónica que según lo planificado debería de comprender únicamente el relato del descenso Olleros – San Bartolo, objetivo de nuestro viaje y considerada como una de las rutas de Down Hill mas largas y con mayor desnivel del mundo, pero…

Mientras el desvencijado bus, que apesta como pocos pero trepa mejor que muchos por los carrozables caminos de la sierra Huarochirana, le va robando metros al altímetro con cada vuelta de rueda y regalando vistas al paisaje con cada vuelta de curva; Gerson ya se las arreglo para convencer al chofer que nos desembarque un poco mas allá de lo convenido, en el abra de Pacomanta, punto geográficamente mas alto de su recorrido. El viaje en general es tranquilo y al parecer la maquina ya conoce de memoria la ruta, pues no requiere de mayor guía del conductor que pasa mas tiempo conversando con su ayudante que atendiendo el camino, y solo pide le vayan agregando agua al motor periódicamente, y sobre la marcha, por un gran embudo ubicado dentro de la cabina que se conecta por gravedad mediante una manguera de jardín al radiador.

El sol desciende sobre el cerro Condorcoto, a nuestras espaldas, mientras nuestros monoplazas descienden del techo del bus a las 4:00 p.m. en el abra de Pacomanta. La vista de la cordillera Pariakaka es espectacular; ahí están los nevados (y los nevados tienen nieve!), ahí está el nevado Runcha, ahí esta el nevado Charimaya, ahí está… y mis herramientas?, donde están?... are, ajo, erda! Ya me las robaron! Si, me olvide de quitar el estuche de herramientas del Cletanque al subirlo al bus y en una de las tantas paradas de cabotaje alguien me aligero el peso de la bicicleta; mea culpa, mea culpa y… mea detrás de esas piedras que 7 horas aguantando en el ómnibus no son pocas.

Vienen las fotos de rigor con la espectacular vista en este punto a 4,000 msnm. Todos posan para las fotos; Gerson despliega su banderola del grupo Keniro que incluye un aviso publicitario (tiene que financiar su carrera ciclística), Kamary con su monoplaza posa cual stripper con los nevados de fondo (supongo que también tiene que financiar su carrera de alguna forma).

Ya sobre nuestros monoplazas y tras algunos minutos de libre rodar sobre estas hermosas pampas de ichu alto andinas, arribamos a Escomarca que seria algo así como nuestro campamento base. La buena noticia es que están haciendo mejoras en el pueblo, la mala noticia es que los únicas dos habitaciones del hospedaje están copadas por los trabajadores de las obras. Finalmente, y a mucho insistir, el dueño de una fonda nos alquilo un pasadizo de 2 x 4 metros con 3 colchones en el piso para los 7.

Luego de un buen almuerzo sobre las 5:00 p.m. que incluía bistec, arroz y papas por S/ 4.00 salimos a buscar, como ruta complementaria, las famosas cuevas del cerro Tres Ventanas que se encuentran en un paraje cercano. Tenemos referencias de la ubicación y mapas de la zona, pero en estas ondulantes pampas de ichu, entre bosques de piedra cruzados por mil senderos, es fácil equivocar el camino. Siempre pedaleando a campo traviesa cerca de los 4000 metros de altitud, cuando el sol ya ha caído y solo las purpureas luces del ocaso alumbran el cielo, encontramos las cuevas; Están en un macizo rocoso con aspecto de castillo medieval, el lugar es extraño, tan extraño como la silueta de un hombre que aparece y desaparece mientras nos atisba entre el perfil de lejanas y negruzcas rocas, pero que nos hace llegar su fuerte voz que repite una y otra vez la misma palabra ininteligible y de tono poco amistoso. En medio de la obscuridad de la noche, cuando ya no lo vemos, la frecuencia con la que repite el misterioso vocablo aumenta y, a juzgar por el volumen, la distancia se acorta. A riesgo de que se tratara de algún rondero que, arma en mano, confundiera nuestra extraña y multicolor apariencia de ciclistas con abigeos o, peor aun, con supuestos Pishtacos, y cuando el grito se escuchaba ya a tiro de piedra o de escopeta, según el gusto; optamos por huir (valientemente) de las cuevas, pedaleando en silencio entre matorrales de espinas y rocas en medio de la noche y con las luces apagadas para desorientar al enemigo. Una vez alcanzado el llano, donde de puede rodar a velocidad de crucero, dejamos atrás rápidamente al misterioso personaje y su grito de batalla mientras rodábamos por campo abierto, en una pampa de ichus bajo el manto protector de las estrellas que le daban una surrealista tonalidad azulada al paramo, poblado por las negras sombras de las figuras pétreas que flanquean la pampa y nos escoltan de regreso hasta Escomarca . No hablare por los demás pero esta sola aventura y los paisajes nocturnos que me fueron posibles apreciar, para mi, hizo que el viaje valiera la pena

Si el bus olía mal, no se imaginan lo que fue ese cuarto de 4x2 aquella noche, conteniendo a 7 sudorosos y flatulentos ciclistas en un pueblo que no tiene baños ni agua corriente; pero el cansancio y la fraternidad perdonan esas pequeñas incomodidades; Además es noche de Halloween y las leyendas de terror no podían faltar; entre Raúl y Aldo Poma se disputan el premio “Narrador de cuentos 2010” en una sucesión de interesantes relatos de misterio que protagonizan Duendes, Tunches, Ccarccachas, Pishtacos y demás personajes de la cosmovisión andina.

Los despertadores, única utilidad de un celular en estas latitudes, suenan sincronizados a las 5:30 a.m. del 1º de Noviembre y una hora después, bien apertrechados, nos disponemos a cruzar nuevamente las pampas con rumbo a Santo Domingo de los Olleros que esta 1,000 metros más abajo y 25,000 más al Oeste. Que alguien tuviera descocida una costura del pantalón no seria algo digno de mención en esta crónica, si no fuera por que al salir del pueblo un cariñoso can, que salió a despedirnos mientras rodábamos, engancho el marfil de sus herramientas masticantes en la pierna de Gerson, terminando de desgarrar la costura del pantalón que quedo sujeto solo por tobillo y cadera, flameando al viento hacia atrás cual vela inversa, para trabarse inmediatamente con el freno y enredarse en los radios de la rueda que de un solo tirón termino por arrancarle todo el pantalón en una fracción de segundo, sin que se acara los zapatos ni se levantara del asiento, cual acto de magia de David Copperfield. Lastima que nadie grabo la secuencia, hubiera sido un éxito en Youtube!

A medio camino entre Escomarca y Olleros; Anchicocha es otro hermoso paraje de aspecto prehistórico, vasta planicie ondulante con afloramientos rocosos, donde no hay un alma, no hay una poblado, no hay… si, si hay señal de celular!, no entiendo, aquí no hay ningún teléfono pero si hay señal, y en los pueblos que si hay teléfonos no hay línea, como diría Condorito; exijo una explicación!. Lamentablemente no tuvimos tiempo de vagar por estas pampas para buscar cierto misterioso cráter de meteorito y otras peculiaridades de la zona… en otra ocasión será.

Con Olleros ya a la vista en el horizonte, un bifurcación en el camino nos separa; mis compañeros de aventura que no pueden ver un cerro sin dejar de aventarse por el, toman un atajo a campo traviesa y van cuesta abajo, mientras yo, so pretexto de reconocer la ruta para una futura incursión nocturna continuo por el camino seguro y afirmado. La verdad es que no quería arriesgarme a romper bicicleta y/o cráneo antes de comenzar el descenso principal y objetivo de este corto viaje. A las 9:00 a.m. ya estaba en la Plaza de Olleros, mis amigos y su famoso atajo empezaron a llegar 20 minutos después con dos pinchaduras y un aro doblado como anotación en la bitácora de viaje.

Hechas las reparaciones de rigor y necesidad; son las 10:30 cuando empezamos a recorrer la mundialmente famosa ruta de DH “Olleros – San Bartolo”. Que nos deberá de llevar en un descenso de vértigo por las crestas de los cerros, desde la cota de los 2,830 meros, hasta la orilla del mar en solo unas pocas horas.

No puedo negar que la ruta y sus paisajes son espectaculares, al menos en sus primeros tramos por los single tracks, y las empinadas crestas al borde de precipicios inimaginables que dan la impresión de no estar rodando por ellos sino sobrevolándolos, es … es una sensación indescriptible!, repito; la experiencia es única y espectacular pero, y aquí seguramente la mayoría discrepara conmigo; la dificultad técnica del descenso requiere tanta atención en el camino que, aunque parezca paradójico no permite disfrutar la ruta, como en aquel viejo dicho que reza así; “el árbol no te deja ver el bosque”. Hay muchas vistas, lugares y tramos del camino que me hubiera gustado detenerme a contemplar, pero es técnicamente imposible; en estas pendientes rueda parada es caída asegurada.

Retomando la ruta y el relato, o mejor dicho; el relato de la ruta, y ya con dos tontas caídas en mi haber, voy algo rezagado con respecto a los demás, pero aun disfrutando la aventura en el buen tramo ya recorrido, hasta que… maldición! La cocada de mi llanta delantera no agarra bien en arena suelta; Si, la arena suelta y esponjosa plagada de piedrones de que esta hecho toooooooodo el ultimo y empinado serpentín del cerro antes de llegar al lecho del huayco, punto medio de la ruta y de reagrupamiento del grupo. Lo peor de todo es que mis zapatillas son de suela casi liza y tampoco puedo mantenerme en pie en esa pendiente de arena seca y suelta sobre piedra. No se cuantas veces me resbale, solo se una cosa; que tanto montado sobre la bicicleta como caminando al lado, me era imposible controlar la dirección, y en las curvas con cada paso o vuelta de pedal venia un derrape o resbalón, y con cada resbalón un golpe en el pie contra una piedra… Se me hicieron mil años descender ese tramo, mil años y mil golpes en los pies, (auch). Es mas, cuando llegue al huaico donde me esperaba el resto del grupo, antes de decir nada volví a resbalar delante de ellos y caí sentado sobre otra piedra. (Otro auch).

Si bien en cuestión de descenso, en poco mas de dos horas habíamos bajado mas de 2,000 metros; en cuestión de distancia aun nos faltaban unos treinta kilómetros de rodada por el reseco y casi plano lecho del huayco que discurre por las pampas de San Bartolo. Sin mayor inconveniente ni anecdotario llegamos al balneario a las 3:10 p.m.

Juan que, para variar, una vez que empieza a pedalear luego no encuentra el botón de “off”; se ha seguido de largo pedaleando rumbo a Lima. Pietro trata de convencerme de hacer lo mismo mientras el resto busca un bus… uhmm… resto de piernas todavía tengo, pero animo me falta y el dolor de los dedos de los pies… no, yo me subo al bus, y si es rosadito mejor!

En realidad no tardamos mucho en conseguir un bus y cuando llegamos al trébol de la Javier Prado… Juan ya estaba allí!, ni hablar… esta poseído!



Texto y fotos: © Carlos García Granthon
Todos los derechos reservados

3 comentarios:

Rodandoperu dijo...

Excelente compadre, buena letra, fue divertido leerla. La descripción que haces de la ruta y del viaje está bravazo. De hecho es una ruta seria, estoy seguro que algún día mi vida aventurezca me llevará a rodar por esos lares.
Saludos.
Dúbert

Anónimo dijo...

Hola Carlos!!
qué bueno saber que has hecho ese descenso, también veo que has cuidado un poco tu vida! al menos esta vez ;)
saludos!

Paola

Ralhersanthu dijo...

Bien carlos, tu cronica esta chevere. Te falto mencionar la trafa del cerro con forma de pato XD. saludos nos vemos en la proxima salida!