Pedaleando por el Planeta
Lima – Ticlio – Lima
Junio 09 y 10 de 2012
Son las 16:00 horas del sábado, estamos
en Matucana a 75 kilómetros de Lima y 2,400 msnm; según el programa vamos muy
retrasados por mi culpa, me siento mal, muy débil, tengo escalofríos, ni
siquiera pude ingerir el almuerzo… En realidad me sentí mal desde que salimos
de Lima a las 6:00 a.m. y venía empeorando con cada kilómetro sumado al
odómetro y cada metro al altímetro. Aldo
Poma, compañero de aventura por afición y médico forense por profesión, que
sabe por oficio y costumbre lo que es ver un mal semblante, me mira y con ojo
clínico me recomienda retornar a Lima. Resignado, frustrado y molesto conmigo
mismo, llamé a casa avisando de mi estado, cogí la bicicleta y casi arrastrándola
por la pista, junto con mi orgullo, me dirigía a buscar un transporte de vuelta
a casa, pero…
En ese momento; Aarón Heredia, tercer
y último integrante de este grupo expedicionario que pretende ascender 132 kilómetros,
desde Lima hasta Ticlio a fuerza de pedal y alcanzar los 4,818 msnm, allí donde
los pilotos de combate suelen pedir oxigeno; le pregunta a Aldo:
-
A dónde va Carlos?
-
Pues… a tragarse su orgullo y darnos una lección
de sensatez
Sensatez, sensatez… dónde he
escuchado yo esa palabra antes?... uhmmm… debo haberla leído en algún libro,
además mi orgullo es demasiado grande e indigesto como para ser tragado sin
contraer un cólico severo, así que… a pedalear! 5 kilómetros después ya me
estaba sintiendo un poco mejor, lo suficiente como para abrigar esperanzas de
alcanzar el objetivo y poder escribir la presente crónica. Nunca supe que fue
lo que me enfermó, pero sea lo que sea, parece que se curó con el mal de
altura,… paradojas de la vida! Pero mejor contemos la historia desde el
principio:
Ya perdí la cuenta de cuantas
rutas he recorrido sobre mi bicicleta, han sido tantas que me permitieron
publicar un libro al respecto el año pasado, siempre realizadas sólo por esa
sed de aventura y simple satisfacción personal. Esta vez ya era tiempo de devolver
al planeta algo de lo tomado y pedalear por una buena causa. O mejor dos! La
primera, y para quien esté leyendo esta crónica, va el siguiente mensaje
directo:
“Si nosotros pudimos ascender la Cordillera
de los Andes en bicicleta, tú puedes ir a trabajar en la tuya. Detengamos el
calentamiento global!”
La segunda, y no por eso menos
importante, promocionar a nuestros amigos de Traidcraft, ONG que promueve y
practica el principio de comercio justo y desarrollo sostenible con los países
del tercer mundo como el nuestro.
En fin, como ya mencioné, luego
de un mes de entrenamientos conjuntos salimos de Lima el sábado 09 de Junio a
las 6:00 a.m. tripulando nuestros flamantes monoplazas de propulsión humana, y
ensamblaje casero, por la carretera central.
Salvo una breve escala técnica en
el grifo San Ignacio del Km 21 para la ya casi ritual visita a vestuarios,
hidratación y reciclaje de líquidos; la primera escala oficial, con preámbulo
de pinchada de llanta por parte de Aarón, fue en la ciudad de Chosica, Km 34,
para el también infaltable desayuno
ciclístico al paso, a base de Quinua que a S/.0.70 el vaso te recarga de
energía y… vamos, hay que beberlo con la solemnidad del caso!, que si la ruta
es importante hay que seguir el protocolo del buen ciclotransportado al pie de
la letra, y al borde de la pista.
Las siguientes paradas de ley;
Corcona, Km 46; Tornamesa Km 55; San Jerónimo de Surco, Km 67, se dieron ya con algún retraso pero sin mayor
novedad. Salvo por una pinchada de
llanta de mi parte y el involuntario tránsito de Aarón sobre un cactus a la
orilla del camino que añadió 7 agujeros a su llanta y estas tres líneas a la
bitácora de ruta, en un mismo acto.
Lo que ocurrió en Matucana, a
donde arribamos a las 14:45, pero desde
donde no pudimos reanudar la marcha hasta las 16:00 horas, ya lo narré
en el primer párrafo de esta crónica, y no voy a volver a mencionar mis
dolencias, que bien merecidas las tengo por andar en estos trotes a edad madura
(lo de maduro es discutible), pues bien sé que son correrías con exigencias físicas
aptas sólo para la biomecánica, sin mayor uso ni abuso, de quien cumpla los 16
por primera vez y no por tercera, además me consta que la garantía del
fabricante venció a los 40 y no hay ventanilla para trámite de revalidación.
Recuerdo el Km 81, Aarón parchando
su llanta, sólo para romper la monotonía, y yo sintiéndome un poco mejor. Fue
la primera vez en el viaje que, siendo fotógrafo, me animé a sacar la cámara,
si ésa que según el fabricante es la DSLR más pequeña del mundo (pero no
necesariamente la más liviana) y que añadió peso a la ya voluminosa mochila,
pues como ya habrán notado, esta fue una aventura en modalidad autoportante;
sin ningún apoyo logístico ni escolta de ninguna clase, cada cual llevó todo su
equipo, encargos, alimento, líquido, ropa, refacciones, culpas, miserias,
miedos, vergüenzas y herramientas sobre su espalda toda la ruta. Hoy veo la
mochila aquí tirada en el piso junto a mi y…aún duele!
San Mateo de Huanchor, situado a
3,200 metros sobre el nivel del mar, se levanta con las primeras sombras de la
noche delante nuestro, es el Km 94 de la ruta, en realidad llevamos, en esta
sola jornada, algo más de 100 Kms de ascenso sobre nuestras bicicletas desde
que salimos de casa esta mañana. Hora de buscar comida y cobijo para pasar la
noche; lo primero fue fácil, lo segundo no tanto; un grupo de trekking tiene
reservadas la mitad de las habitaciones del pueblo y la otra mitad, pues… es
sábado por la noche!
Sólo encontramos alojamiento
disponible en el albergue municipal, donde por S/.5.00 nos fue permitido pasar
la noche en barraca común, compartiendo techo de calamina con el elenco estable
de ebrios del pueblo y uno que otro buhonero de las jurisdicciones vecinas.
Pero tres hombres lycrados, en colores llamativos cual súper héroes de historieta,
y que vienen ascendiendo desde la lejana Lima por propia fuerza muscular,
imponen suficiente respeto; y nadie molesta, todos saludan.
La tradicional tertulia previa al
sueño, se reemplaza esta vez por una larga sesión de parchado de llantas. El
baño no funciona, el frío se cuela por todas partes y la lluvia redobla los
tambores en la calamina metálica como preámbulo al coro de atronadores
ronquidos, que opacan cualquier tormenta exterior, de los parroquianos de esta
hermandad del techo pre-pago. Nadie se bañó, nadie se cambió, dormimos como
llegamos, cada cual en su catre pero todos en “olor a multitud”.
La linterna de Aldo en mis ojos y
las protestas de Aarón son el despertador que anuncia las 5:30 a.m. hora de
levantarse y salir al congelado mundo exterior a buscar desayuno… Diablos!,
todos los puestos ambulantes de café, al igual que los hoteles, están copados
por el grupo de trekking… ni modo, se adelanta la partida y se pospone el
desayuno para la próxima parada.
Ya sobre nuestros monoplazas y
disponiéndonos a salir del pueblo donde aun no amanece, vemos, en una esquina,
una figura conocida que nos hace señas, es alguien saltando sin parar en su
mismo sitio para no congelarse, es… Dubert?, si Dubert Díaz y los muchachos de
Rodando Perú, ellos han venido desde Lima en bus trayendo sus bicicletas para
trepar con nosotros desde aquí hasta Ticlio. Bien!
Nos separamos algo al salir de
San Mateo, nos reagrupamos en el Infiernillo, Km 99, a las puertas del Cacray,
ese tenebroso túnel “tragacamiones” según Aarón, que con sus 580 metros de
obscuridad inspira el respeto de más de
un ciclista que no quiere terminar como sticker en el parachoques de un camión
de 18 ruedas. Es aquí donde, mirando la
gruta del Infiernillo, supuestamente encantada, en lo alto de la
quebrada; se me ocurre como buen lugar para dejar, al regreso, el poema que me
encargó Fiona, una amiga de Traidcraft, que me pidió llevara por ella hasta
Ticlio.
A Chicla, Km 106, ubicado a 3,800
msnm, llegamos cada quien a su estilo; Aldo haciendo derroche de su buen estado
físico, y yo de mi mal humor constitudinario, mientras Aarón, entre parche y
parche de llanta, se deja perseguir por todos y cada uno de los perros del
camino que quieren hincar marfil en fibra joven. Los muchachos de Rodando Perú llegan con la frescura
propia de recién iniciar la ruta, Margarita y Samuel, no se detienen. Dubert,
Rubí y todos los demás paramos en el pueblo por una “Sopa Verde” que por S/.1.50
nos sirvió de desayuno. ¿Qué es una sopa verde?... pues ni la menor idea! Y
tampoco sé que sabor tiene ya que a punta de limón y ají le “ajustamos” el
sabor a un tono más citadino.
De aquí en adelante la ruta se
puso pesada y los 100 Kms de ascenso del día previo pasan la factura muscular, con
copia a la altitud e impuestos incluidos. Ya no se siente el dolor, no se
sienten las extremidades:
-
Aldo, como médico, dime ¿por qué tengo los dedos
de la mano negros?
-
Mételos a la acequia y sacúdelos; si se aclaran
es suciedad; si se caen es gangrena.
-
Carlos; tienes un clavo atravesando tu pie y
zapatilla!
- Déjalo, es mi amuleto
Si bien la subida se hacía infernal;
odiaba cada pequeña bajada del camino pues sabía que no sólo estaba perdiendo
algunos metros ya trepados, sino que tendría que volver a subir. Así y todo
llegamos a Casapalca, en el Km 116, a 4200 msnm donde los picos nevados
escoltan la carretera y el oxígeno necesario para pedalear se arranca por la
fuerza de la terquedad del ciclista a la enrarecida atmósfera; una sopa de carnero
por S/.6.50 y un largo reposo se hicieron necesarios.
Las 11:00 a.m, hora de atacar el último
tramo de 15 Kms que nos llevaría a la cumbre, a Ticlio! Sabemos que Margarita y
Samuel van un poco por delante, el resto viene detrás. El frío, el cansancio y
la falta de oxígeno duelen; pasa un camión muy cerca, casi rosándonos, cual
chiquillos haciendo una travesura, Aarón y yo nos cogimos de la baranda, pero el
monstruo metálico se sacude en una irregularidad del camino y se deshace de Aarón
como si fuese un parásito, yo me aferré un poco más con los congelados dedos y
logré que me remolcara a varios cientos de metros por la carretera, si,
confieso que he pecado, pero… fue divertido!
Km 122; lo que nos faltaba; una
tormenta de nieve bloqueó la carretera, no hay pase (para vehículos
motorizados) y la interminable fila de camiones varados tiene varios
kilómetros. Es muy difícil avanzar así. Por la derecha los camiones y buses
parados no dejan espacio para pedalear entre la pista, la cuneta y, la montaña
o precipicio, según lo que te toque en suerte con cada vuelta de curva. Por la
izquierda bajan en sentido contrario algunos vehículos, hay que ir avanzando a
salto de mata, o mejor dicho; a salto de
camión.
Como jugando a las escondidas
entre esta especie de serpiente metálica inerte, donde cada vehículo pesado es
una metálica y gigantesca vértebra; nos hemos separado, a veces nos rencontramos
compartiendo refugio en una saliente del camino, o caminando, pedaleando, en la
cuneta, por la tierra, esperando un espacio entre buses y camiones, a veces agarrándonos
de algún parachoque o baranda de camión para poder, debajo de una tolva,
avanzar remolcado sólo algunas decenas de metros, es pesado, complicado y
peligroso, al menos tres veces terminé de cabeza en el fondo de la cuneta.
Aldo me esperaba un kilómetro
antes de llegar a Ticlio, con la carretera ya desbloqueada coronamos la cumbre
a las 13:15 p.m. y empezamos a gritar como niños debajo del cartel que indica:
Ticlio
4,818 msnm
Paso ferroviario más alto del
mundo
Allí encontramos a Carlos Gómez
que había subido, desde La Oroya, pedaleando por el otro lado de la montaña
para darnos el encuentro en la cumbre. Luego llegaron Margarita y Samuel, nos
dimos la mano y…
-
… y tu rodilla Margarita?
-
¿qué tiene mi rodilla?
-
dirás; qué le falta?, para comenzar parece que le
falta un trozo de la piel y de la ropa que la cubría esta mañana.
Hice algunas pocas fotos, estaba
como zombi por el agotamiento y la falta de oxígeno, esperábamos a Aarón que
debía llegar en cualquier momento….
A las 14:30 p.m. sin noticias de
Aarón, nos preocupamos y empezamos el descenso. Encontramos a Rubí aun trepando
a tres kilómetros de la cumbre y no sabía nada de Aarón, ella iba feliz
acompañada de si misma, su propia soledad y perseverancia que vienen con el kit
básico del ciclista de aventura. Dos kilómetros más abajo subía Dubert, en las
mismas condiciones. Ambos coronaron la cumbre rato después.
Ya a punto empezar a recoger
muestras de tejido de las llantas de los camiones en busca de al menos un
fragmento del ADN de Aarón. Seguimos bajando a buena velocidad, sorteando vehículos,
curvas y prácticamente, con la pendiente a favor, adueñándonos de la vía y
buscando algún indicio del desaparecido.
Antes del túnel Cacray, Km 99,
tomamos un desvío alterno y olvidado por la antigua ruta del infiernillo, la
gruta encantada y los abandonados puentes, un par de fotos, a dejar el poema de
Fiona en una grieta de la gruta, donde según la leyenda local vivirá para siempre,
perder mis lentes en otra y a seguir buscando al soldado… digo a Aarón.
Fue finalmente en San Mateo,
sobre las 16:00 horas donde logramos comunicación; Aarón ya estaba rumbo a Lima. Según nos contó
luego; el mal de altura, el frío y el cansancio lo vencieron en el Km 127, a 5 Kms
de la cumbre, se dejó caer sobre una pirca y un gran perro de nombre “Oso”, el único
que no quiso morderlo en todo el camino, se acercó, le dio abrigo y le mostró
un ato de llamas que custodiaba junto con su amo. Luego, algo recobrado Aarón
(sin avisar!) dio media vuelta y se dejó llevar, cuesta abajo, por la carretera
rumbo a Lima.
Aldo y yo, con alguna sed de adrenalina
aun, bajamos cual kamikazes por la carretera siempre sobre nuestros monoplazas
de combate, tomamos lonche en Chosica a las 18:00 horas y yo cené en mi casa a
las 20.00 horas del domingo; 278 Kms y 38 horas después de haber salido el día
anterior y alcanzar los 4818 mts de altitud a fuerza de pedal.
Sólo añadir que tal como dije en
la convocatoria del evento: Muchachos; no intenten esto en casa… inténtenlo afuera!
Créanme, es más divertido quemar calorías que hidrocarburos, además el planeta
se los agradecerá.
Texto y fotos: © Carlos Garcia
Granthon