Musa – Huaycan (por la quebrada
de San Benito)
Diciembre 08, de 2012
Que mejor manera de volver al
ciclismo, después de 3 meses de abstinencia de pedales y castidad de ruta por fracturas y contusiones, que una ruta de exploración,
corta pero con sabor a descubrimiento.
Partimos de Musa a hora inusual, las 10:00 de la mañana, vamos
los de siempre; Aldo Poma , Aarón Heredia y quien suscribe, que a falta de voluntarios
y alternativas de compañía ya nos hemos resignado a la estoica tarea de
soportarnos a nosotros mismos, nuestras idiosincrasias y caracteres, que muchas
veces suelen ser mas escarpados que la propia ruta.
Un par de kilómetros por la
carretera a Cieneguilla y tomamos el desvío al norte; por la quebrada de San Benito,
tierra de invasiones, rellenos, canteras y chancherías clandestinas, donde el
trafico citadino se remplaza por el no menos peligroso trafico de terrenos y
sus batallas por la tierra. Letreros de propiedad privada, inscripciones en
registros públicos y litigios, los unos crucificados sobre los otros, se alzan
por doquier sobre disecos palos de eucalipto, como en un bosque de mondadientes
gigantescos en los primeros kilómetros de recorrido por la reseca quebrada. Un
viejo harapo sobre dos de ellos, a contraluz, semeja el perfil de una parca que
guadaña en mano custodia los limites de las almas que reclama, donde termina lo
habitado y comienza la aventura.
Mas allá, media quebrada, lejos
de todo y cerca de nada, maquinaria pesada abre calles y demarca lotizaciones
sobre las arenas de las mismas lomas que las fauces de otras maquinas, en
simultaneo, mastican y engullen para sacarla de allí a lomo de camión y
venderla en la urbe, para que luego alguien la traiga hasta aquí nuevamente, en
el mismo camión, y construya un reseco castillo de arena a precio de oasis
exclusivo. Cosa de locos….
Seguimos, siempre al nor-noroeste,
hacia los orígenes de la quebrada, sobre las huellas de maquinaria de constructores de torres,
exploradores mineros y traficantes de terrenos que no dejan piedra si marcar. No
hay perros que nos ladren, solo nos siguen unas grandes lagartijas, que poco
acostumbradas a ver seres humanos, corretean a nuestro alrededor cual manada de
velociraptors de maqueta. La ruta se hace silenciosa, agradable, gris y
tranquila. Solo la arena y el pedregullo suelto en pendiente exigen, de cuando
en cuando, más de la cuenta a las piernas y pedales.
Fin de las huellas de maquinaria
y de la quebrada de san Benito; hay una bifurcación en medio de un mar de
derrumbes y piedra fragmentada, Mi memoria de la fotografía de satélite dice
que nuestro destino se escribe hacia la izquierda, sobre un sendero de animales
que no esta donde debería estar. El GPS de Aarón indica lo mismo; hacia la
izquierda, pero Aldo y su terquedad, que esta vez tiene un brazo muy largo y un
oído muy corto, señalan de frente y arriba; hacia la cumbre de un cerro donde
se ven unas pretéritas pisadas.
Aldo tomo su decisión, su camino
y su problema y los carga todos en su mochila; se alejó trepando el cerro que teníamos
al frente hasta que lo perdimos de
vista. Aarón y yo nos dedicamos a explorar, bicicleta al hombro y por entre el
laberinto de piedras fracturadas, la
estrecha torrentera de la izquierda, hasta que 200 metros mas allá encontramos
el sendero que buscábamos, que en sus primeros metros había sido tapado por un
derrumbe.
El camino ascendía suavemente por
la ladera de la montaña, cuando de pronto Aarón encontró en el suelo un
fragmento de roca plana de no más de un centímetro de espesor pero trabajado en
uno de sus bordes como si fuera un trozo de la hoja de una espada. Curiosamente
no sonaba a piedra sino a temple de metal de la mejor de las campanas… pero era
piedra!.. Sonaba igual que el cóndor de piedra campana, pero esa ya es otra
historia. Con la anécdota en la bitácora (y la piedra en la mochila)
continuamos unos metros mas y… al igual que en Chamallanca, encontramos otra casucha
de tablas derrumbada por el tiempo y los elementos, conteniendo aun ollas,
tapers, cubiertos, útiles de aseo, botellas para agua, una casaca en buen
estado, una camisa y demás bienes
terrenales que debe poseer todo ermitaño que se respeta.
Es aquí cuando en dos ocasiones
consecutivas, en medio de la estrecha quebrada y de la mas absoluta de las
soledades escuchamos un quejido, como el de un cachorrito que llama a su cuadrúpeda
y dentada madre porque tiene hambre, pero por mas que afinamos el oído no
pudimos detectar el lugar de origen de la llamada, a pesar que en la ladera
opuesta de la quebrada se veían unos excavaciones pequeñas a manera de
madrigueras. Eran unas seis o siete formando ordenadamente una V invertida, parecían
nidos de … churruminos?
Unos cien metros mas y la
espectacular vista de una hilera de impresionantes apachetas que apuntan al
cielo, marcaban el abra que veníamos buscando, habíamos llegado a las alturas
de Huaycan en el valle del rio Rímac, en realidad fue fácil, lo difícil era
regresar a buscar al terco de Aldo y traerlo de las orejas, pero … mientras observamos, al otro lado del
abra, los barrios epigonales de Huaycan en las faldas del cerro, unos 300
metros por debajo de nosotros….
-
Hey!..Vengan, vengan acá!
-
La voz de Aldo?.. aquí?
-
Que vengan les digo, vengan!
-
espérate y no jo… estamos viendo las apachetas
-
dejen las bicicletas y vengan!
-
No jodas!... ven tu!
-
Les digo que vengan, vengan y… ayúdenme!!!!
Ups!... nos acercamos y nos dimos
cuenta que Aldo, su bicicleta, y su terquedad estaban parados en una pequeña
saliente de pocos centímetros, a media barranca, a unos trescientos metros por
sobre… nada! O mejor dicho a trescientos metros de, en caída libre, quedar como
tortilla, a la huancaína, en el techo del tanque de agua de Huaycan. El muy
terco, por no dar su brazo a torcer y regresar a buscar el camino correcto; se había
atracado allí, apoyado solo con la punta de los pies, sin posibilidad de avanzar ni retroceder.
-
Oe! Y si no llegábamos?... te quedabas ahí como fósil
para siempre?
-
Ya deja de molestar y ayúdame!
-
Que te ayude Aarón, yo te estoy tomando fotos
-
Aarón Ayúdame!
-
Espérate que estoy filmando, esta no me la
pierdo
-
Ya carajo!, dejen de payasear y ayúdenme a salir
de aquí!
El DH del abra hasta las calles
de Huaycan promete, aunque yo me acobarde por la imposibilidad aun de usar
plenamente la mano izquierda, y baje caminando.
Una gaseosa en la carretera central a la entrada de Huaycan y luego
pedales y ruedas hasta la casa para cerrar el círculo. Habíamos unido, como
jugando, La Molina con la carretera
central atravesando los cerros por la quebrada de San Benito.
Texto y fotos: © Carlos García
Granthon