lunes, 10 de diciembre de 2012

Camino al Cielo


Musa – Huaycan (por la quebrada de San Benito)
Diciembre 08, de 2012

 

Que mejor manera de volver al ciclismo, después de 3 meses de abstinencia de pedales y castidad de ruta  por fracturas y contusiones, que una ruta de exploración, corta pero con sabor a descubrimiento.

Partimos de Musa a  hora inusual, las 10:00 de la mañana, vamos los de siempre; Aldo Poma , Aarón Heredia y quien suscribe, que a falta de voluntarios y alternativas de compañía ya nos hemos resignado a la estoica tarea de soportarnos a nosotros mismos, nuestras idiosincrasias y caracteres, que muchas veces suelen ser mas escarpados que la propia ruta.

Un par de kilómetros por la carretera a Cieneguilla y tomamos el desvío al norte; por la quebrada de San Benito, tierra de invasiones, rellenos, canteras y chancherías clandestinas, donde el trafico citadino se remplaza por el no menos peligroso trafico de terrenos y sus batallas por la tierra. Letreros de propiedad privada, inscripciones en registros públicos y litigios, los unos crucificados sobre los otros, se alzan por doquier sobre disecos palos de eucalipto, como en un bosque de mondadientes gigantescos en los primeros kilómetros de recorrido por la reseca quebrada. Un viejo harapo sobre dos de ellos, a contraluz, semeja el perfil de una parca que guadaña en mano custodia los limites de las almas que reclama, donde termina lo habitado y comienza la aventura.

Mas allá, media quebrada, lejos de todo y cerca de nada, maquinaria pesada abre calles y demarca lotizaciones sobre las arenas de las mismas lomas que las fauces de otras maquinas, en simultaneo, mastican y engullen para sacarla de allí a lomo de camión y venderla en la urbe, para que luego alguien la traiga hasta aquí nuevamente, en el mismo camión, y construya un reseco castillo de arena a precio de oasis exclusivo. Cosa de locos….

Seguimos, siempre al nor-noroeste, hacia los orígenes de la quebrada, sobre las huellas de  maquinaria de constructores de torres, exploradores mineros y traficantes de terrenos que no dejan piedra si marcar. No hay perros que nos ladren, solo nos siguen unas grandes lagartijas, que poco acostumbradas a ver seres humanos, corretean a nuestro alrededor cual manada de velociraptors de maqueta. La ruta se hace silenciosa, agradable, gris y tranquila. Solo la arena y el pedregullo suelto en pendiente exigen, de cuando en cuando, más de la cuenta a las piernas y pedales.

Fin de las huellas de maquinaria y de la quebrada de san Benito; hay una bifurcación en medio de un mar de derrumbes y piedra fragmentada, Mi memoria de la fotografía de satélite dice que nuestro destino se escribe hacia la izquierda, sobre un sendero de animales que no esta donde debería estar. El GPS de Aarón indica lo mismo; hacia la izquierda, pero Aldo y su terquedad, que esta vez tiene un brazo muy largo y un oído muy corto, señalan de frente y arriba; hacia la cumbre de un cerro donde se ven unas pretéritas pisadas.

Aldo tomo su decisión, su camino y su problema y los carga todos en su mochila; se alejó trepando el cerro que teníamos al frente  hasta que lo perdimos de vista. Aarón y yo nos dedicamos a explorar, bicicleta al hombro y por entre el laberinto de piedras fracturadas,  la estrecha torrentera de la izquierda, hasta que 200 metros mas allá encontramos el sendero que buscábamos, que en sus primeros metros había sido tapado por un derrumbe.

El camino ascendía suavemente por la ladera de la montaña, cuando de pronto Aarón encontró en el suelo un fragmento de roca plana de no más de un centímetro de espesor pero trabajado en uno de sus bordes como si fuera un trozo de la hoja de una espada. Curiosamente no sonaba a piedra sino a temple de metal de la mejor de las campanas… pero era piedra!.. Sonaba igual que el cóndor de piedra campana, pero esa ya es otra historia. Con la anécdota en la bitácora (y la piedra en la mochila) continuamos unos metros mas y… al igual que en Chamallanca, encontramos otra casucha de tablas derrumbada por el tiempo y los elementos, conteniendo aun ollas, tapers, cubiertos, útiles de aseo, botellas para agua, una casaca en buen estado, una camisa y demás  bienes terrenales que debe poseer todo ermitaño que se respeta.   

Es aquí cuando en dos ocasiones consecutivas, en medio de la estrecha quebrada y de la mas absoluta de las soledades escuchamos un quejido, como el de un cachorrito que llama a su cuadrúpeda y dentada madre porque tiene hambre, pero por mas que afinamos el oído no pudimos detectar el lugar de origen de la llamada, a pesar que en la ladera opuesta de la quebrada se veían unos excavaciones pequeñas a manera de madrigueras. Eran unas seis o siete formando ordenadamente una V invertida, parecían nidos de … churruminos?

Unos cien metros mas y la espectacular vista de una hilera de impresionantes apachetas que apuntan al cielo, marcaban el abra que veníamos buscando, habíamos llegado a las alturas de Huaycan en el valle del rio Rímac, en realidad fue fácil, lo difícil era regresar a buscar al terco de Aldo y traerlo de las orejas,  pero … mientras observamos, al otro lado del abra, los barrios epigonales de Huaycan en las faldas del cerro, unos 300 metros por debajo de nosotros….

 

-          Hey!..Vengan, vengan acá!

-          La voz de Aldo?.. aquí?

 

Si, a unos 100 metros a nuestra derecha estaba Aldo, parado muy serio a media barranca

 

-          Que vengan les digo, vengan!

-          espérate y no jo… estamos viendo las apachetas

-          dejen las bicicletas y vengan!

-          No jodas!... ven tu!

-          Les digo que vengan, vengan y… ayúdenme!!!!

 

Ups!... nos acercamos y nos dimos cuenta que Aldo, su bicicleta, y su terquedad estaban parados en una pequeña saliente de pocos centímetros, a media barranca, a unos trescientos metros por sobre… nada! O mejor dicho a trescientos metros de, en caída libre, quedar como tortilla, a la huancaína, en el techo del tanque de agua de Huaycan. El muy terco, por no dar su brazo a torcer y regresar a buscar el camino correcto; se había atracado allí, apoyado solo con la punta de los pies,  sin posibilidad de avanzar ni retroceder.

 

-          Oe! Y si no llegábamos?... te quedabas ahí como fósil para siempre?

-          Ya deja de molestar y ayúdame!

-          Que te ayude Aarón, yo te estoy tomando fotos

-          Aarón Ayúdame!

-          Espérate que estoy filmando, esta no me la pierdo

-          Ya carajo!, dejen de payasear y ayúdenme a salir de aquí!

 
Bueno, si, finalmente Aarón se apiado de Aldo y lo rescato del acantilado en el abra de “Camino al cielo” si, así se llama ese sector de Huaycan.

El DH del abra hasta las calles de Huaycan promete, aunque yo me acobarde por la imposibilidad aun de usar plenamente la mano izquierda, y baje caminando.  Una gaseosa en la carretera central a la entrada de Huaycan y luego pedales y ruedas hasta la casa para cerrar el círculo. Habíamos unido, como jugando,  La Molina con la carretera central atravesando los cerros por la quebrada de San Benito.  

 

Texto y fotos: © Carlos García Granthon