sábado, 23 de agosto de 2008

Asi pasa cuando sucede

Lima – San Jerónimo de Surco - Lima
Agosto 17 de 2008

Intentar un ascenso a pedal hasta San Mateo, ida y vuelta desde Lima en un solo día, no sonaba muy fácil de hacer y yo tenia serias dudas sobre si podría lograrlo, pero… solo había una forma de averiguarlo!

Antes que aparezca el sol por el todavía obscuro horizonte, ya Armando y Aníbal habían aparecido por la no menos negra carretera central y yo, como siempre, los esperaba a la Altura de Puruchuco; medio mojado por la lluvia y medio dormido por la hora, me acople al grupo y los tres… como que tres?, y Octavio no venia también?... ah! se le bajo una llanta saliendo de su casa y nos dará el alcance en Chosica, vía colectivo para recuperar tiempo.

Pedalear con lluvia cuesta arriba, sobre barro y en medio del proverbial transito de Vitarte, no es muy fácil; la bicicleta se pone pesada, las piernas se esfuerzan y…Tamare! Se me bajo una llanta! Ni modo de parar aquí para parcharla, mejor sigo pedaleando hasta el grifo del Km. 21 para arreglarla, total no falta mucho. Ese fue un grave error; pedalear con una llanta baja, aunque la vaya inflando de rato en rato con el inflador de mano, puede resultar mas pesado que una conversación con mi concuñado, y lo único que conseguí fue retrasarme y agotar los músculos en poco tiempo.

Con mucha incomodidad por la lluvia, y poca destreza por dicha incomodidad; desmonte la llanta y cambie la cámara en el grifo, para inmediatamente volver a montar mi monoplaza pero sin tener tiempo para la rehidratación y el obligado breve descanso para la primera etapa de los casi 100 Km. que debería tener, solo en la ida, el ascenso programado. El panorama a futuro ya no pintaba tan bien; mas aun si para reponer el tiempo perdido por mi percance; Armando, a la cabeza del equipo expedicionario, decide saltarse al vuelo la segunda parada programada en chaclacayo (Grave error #2) donde usualmente reponemos algo de líquidos y potasio (léase; Jugo de naranja y plátano de la isla).

En Chosica nos encontramos con Octavio y Menandro que bastante frescos, pues habían llegado en colectivo, nos acompañaron con el brebaje ritual de maca con quinua, seguidos del infaltable pan con camote. En este punto casi doy media vuelta y me regreso pues si bien la ruta recién empezaba; por mi mal calculo ya había quemado piernas y difícilmente lograría terminarla, pero… total! Si no tengo nada mejor que hacer y esto no es una competencia; mejor los acompaño hasta donde me den las rodillas, disfruto el día y luego me regreso.

Salimos de Chosica medio repuestos y vamos a buen ritmo subiendo por la carretera; a la altura de Santa Ana, recordé que justo ahí, hace unas semanas, se le había pinchado la llanta a Aníbal, le iba a comentar eso a Octavio que venia detrás mío pero… y Octavio? Se ha quedado parado 100 metros atrás, que paso?...ah, otra pinchadura!, maldición! . bueno, tres pinchaduras en una mañana ya es algo por encima del promedio, es de suponer que ya no tengamos mas percances… o si?

Totalmente fuera de cronograma y recién por Cupiche; Armando va girando los pedales con las piernas y sacando cuentas con los dedos, para ver si por medio de algún artificio matemático aun tenemos probabilidades estadísticas de llegar a San Mateo y cuando por fin una remota posibilidad empieza a emerger en sus cálculos…

- Armando
- Que?
- Tu llanta…
- @#$%&° ¡!!

Los Flamantes grifos de esta parte del camino no tienen aire en las mangueras, aire que deberían por obligación proporcionar, según reglamento que parecería estar escrito en el aire que no tienen, más aun si estos grifos comparten el paisaje con un puesto policial y una garita de peaje. A punta de inflador llegamos a la plaza de Corcona, donde Armando pudo por fin cambiar cámara, después de pedalear varios kilómetros con la llanta baja (Grave error #3).

Tratando de recuperar tiempo nos saltamos las paradas de Carachacra, Cocachacra y San Bartolomé (Grave error #4), empiezo a creer firmemente, y mas allá de toda duda, que ya no llegamos hasta San Mateo.

Armando tira la toalla, la bicicleta y las esperanzas, cuando un fuerte calambre lo deja fuera de combate, justo en la puerta del archiconocido kiosco del Km. 61, donde por S/. 0.60 le proporcionan una bolsita con un huevo duro y dos papas sancochadas a cuanto ciclista pasa por ahí. El retorno se plantea sobre la mesa, pero tras la rehidratación y la breve merienda; retomamos la marcha. Al Parecer era solo cuestión de huevos (con papas) llegar al menos hasta San Jerónimo de Surco, para dar por culminado el ascenso con cierta dignidad.

En San Jerónimo, donde algunos llegamos arrastrando los pedales y otros los pies, nos encontramos con Arturo que bajaba en su monoplaza desde Ticlio, adonde había ido a aclimatarse un poco para una futura salida transandina. Me hubiese gustado llegar hasta Matucana; solo faltaban 8 Km., en fin! Otra vez será. Ahora en numero de seis nos sentamos a una mesa para el bien merecido almuerzo; Una sopa caliente y un plato de ají de gallina por S/. 4.00, seguidos de una amena tertulia que nos sirve de reposo, mientras nos visita Jorge y un amigo suyo que retornaban de hacer un Chosica – Matucana. Hora de retornar, pero…

- Octavio
- Que?
- Tu llanta…
- @#$%&° ¡!!

Mientras Octavio parcha su llanta y enllanta su parche, se me ocurre revisar las mías; tres espinas en la delantera que afortunadamente aun no tocan cámara y un corte de mas de 2 cms en la posterior, que cual boca abierta deja entrever una cuadriculada dentadura de lona.. Tamare!, Llanta nueva a la basura! Ojala no reviente y aguante los aproximadamente 75 Km. que hay desde aquí hasta la puerta de mi casa.

Con los monoplazas operativos nuevamente, vienen las fotos de rigor en la plaza principal y emprendemos el retorno ya bastante pasadas las 5:15 p.m. El descenso es a todo pedal, entre buses y camiones, serpentines y rectas. El sol cae en el horizonte mientras nosotros caemos en Chosica; Octavio y Menandro nos comunican un “Hasta aquí nomás” y buscan cuatro ruedas ajenas que transporten sus dos propias hasta Lima. Los cuatro restantes buscamos una picaronera para cerrar la tarde dándole cierto gusto al paladar, pero…

- Aníbal
- Que?
- Tu llanta…
- @#$%&° ¡!!

Si, se le pincho la llanta, esa misma llanta cuya cámara tiene un protector especial a prueba de pinchaduras y que ya por segunda vez deja serias dudas sobre su reputacion. Rato después, con las llantas infladas y el estomago también; volvemos a la obscuridad de la ruta carretera; Aníbal se queda en Chaclacayo a pasar la noche, y los tres últimos pedaleros; Armando, Arturo y yo proseguimos el retorno, total que mas nos podría pasar ya?...

Niebla! Blanca, espesa, cerrada y helada; desde Chaclacayo hasta Vitarte, las manos se entumecen, los pies se congelan, los ojos no sirven y las linternas no ayudan… esto es una maldición gitana!, en fin… así pasa cuando sucede.

Arribé a casa alas 9:30 p.m. ; más de quince horas después de haber salido con rumbo a donde no llegue.

Fin